quarta-feira, 25 de fevereiro de 2015

Nos Van a Seguir Hasta la Muerte


Opino que contrario a ello, a un montón les ha de parecer formidable que una especie de incubadora tecnológica de Estocolmo, Suecia, haya encontrado una manera ultra sofisticada de substituir el uso de los viejos emblemas o tarjetitas de identificación: colocar un chip debajo de la piel de las 400 personas que frecuentan su espacio físico. Con el implante, que es un poco mayor que un grano de arroz, las personas que usan el “Epicenter” pueden abrir puertas, habilitar impresoras y hasta cambiar contactos… Mientras estos no sean físicos y alucinantes.

Dicho así, en seco, esto no hace más que aguzar la desconfianza de un montón de caminantes por parecer asustador, algo futurológico. En todo caso eso no les quitará la escama pues, aparentemente, hoy día eso ya es una tendencia en Suecia.

Hannes Sjöblad, fundador en su país de la “BioNyfiken”, una “asociación de biohacker” (que ya existe y no es sin fines lucrativos), dijo que la práctica ya es común en academias y escuelas de Estocolmo, y hasta existe tipos de “fiestas” donde diversas personas hacen estos implantes subcutáneos, según lo informa lo escrito en el reportaje de la “Computerworld”.

Por lo menos los implantes son optativos, e inclusive son pagos por las personas que resuelven hacerlo -cuesta el equivalente a 300 dólares y parece doler “como una vacuna” al ser aplicado. Después el propio cuerpo lo asimila, a pesar de un diminuto carozo ser visible. Los chips tienen una vida útil de por lo menos 10 años, pero pueden ser extraídos y actualizados antes de que eso ocurra.

La tecnología “RFID”, presente en los implantes, sólo se activa cuando entra en contacto con un receptor específico. O sea: es exactamente como si uno cargase con un emblema o tarjeta de identificación durante todo tiempo y lugar; a lo que se agrega que la implementación de lectores de implantes no es tan compleja como, digamos, una máquina para identificar digitales o la iris.

Hasta el momento, la única gran “ventaja” del implante es ayudar personas que no tienen identificación a abrir puertas de todo tipo… Aunque no la de la vecina.

Dicen que es más fácil por no tener que recordar señas y llevar cartones magnéticos, ¿pero será que vale la pena?

Para comenzar, hay cuestiones de seguridad importantes: malhechores oportunistas podrían desparramar falsos lectores de RFID y colectar los datos de identificación de una persona, creando chips clonados, por ejemplo. No olvidemos que las tecnologías que usan el “NFC”, como el Google Wallet e Apple Pay, necesitan de alguna confirmación, como seña o digitales. Por eso que el chip debajo de la piel es más vulnerable.

En todo caso, los entusiastas de la tecnología acreditan que ella puede ser usada, por ejemplo, en las escuelas para saber dónde los alumnos están. Otro uso posible sería en la medicina: cuando un paciente llegase a la emergencia, por ejemplo, el médico podría escanear la mano “chipada” y saber todo su histórico. Parece tentador. Pero creo que existen tecnologías mejores, más seguras y menos intrusivas para eso… Aunque mi vecino me acaba de agregar otra posible utilidad: los maridos celosos y desconfiados podrían implantarla en la… Bueno, pienso que la suya es una pésima idea. 

Mismo así, la gente ya troca su privacidad por conveniencia en diversos aplicativos de su Smartphone, como mandar para la Google nuestra localización en troca de un mapa mejor. Pero eso también sería ir un poco lejos demás. O, por el contrario, ese puede ser sólo el primero paso de nuestro futuro de “ciborg”… Mismo que no tengamos los seis millones de dólares… ¡Impresionante!

(*) Libros y e-book disponibles en: Livraria Saraiva: www.saraiva.com.br; Livraria Siciliano: http://www.siciliano.com.br; www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante; y en: Plataforma editorial Bubok: www.bubok.es/

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