Por si acaso alguna vez el arfar de tu pecho se detiene y
el amor que sientes por mí deja arder en tus venas, si a tu boca ya no llegan más
las palabras que endulzan mis oídos, si tus manos se duermen y se olvidan de
volar sobre mi piel, deja al menos tus labios entreabiertos para que nuestro
último beso dure una eternidad, y me acompañe el calor de ese dulce tacto hasta
la muerte.
Si ya no me amas, quiero morir besando en sueños esa brasa
ardiente que anida en la boca tuya, rodeando con mis manos un pedazo perdido de
tu cuerpo entre las brumas de la madrugada, mientras entretengo mi sueño y
busco la luz de tus ojos cerrados para que alumbre mi última morada.
Aunque nuestro amor no pueda ser verdad, sé que otros
días llegarán mismo que tú no estés presente. Pero eso sí, nunca han de morir
nuestros instantes, nunca se terminarán los libros y los tesoros que acumulamos
sin tregua durante la vela de nuestras auroras de amor.
Inclemente muerte súbita de un amor prometido que ha
perecido brutalmente mientras nos hostiga la vida en una onda alta, altísima,
sobre las demás ondas de este mar en furia que es la vida, tu amor nunca será
sombra en mí.
Pálida mujer de vasta cabellera negra como negra son las
noches sin luna, entre tus brazos y muy colado a tu piel ya me perdí en amores,
y de amores en sueños moriré sin paz llevando tu nombre cincelado en flamas en
mi corazón.
Sin tú ya no me amas, seré, que pena, un planeta errante
en la distancia sideral, quizás un árbol sin hojuelas perdido y muerto en la
floresta, un páramo seco en medio al río que corre y huye, una piedra más al
pie de la montaña de esta vida loca… Adiós, vida mía, que ahora de la naturaleza
caen lágrimas como océanos de tristeza.
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