Por veces, nuestros pensamientos suelen ser tan turbios como la opacidad
de la neblina en un amanecer brumoso, si bien los sentimientos casi siempre resultan
lúcidos como la luz clara de la luna llena.
Quien muestre sus sentimientos de manera transparente, le resultará una
ventaja si eso inspira, ya que su rostro se mostrará diáfano y claro que no ha
de ser cualquier espejo del mundo el que se animará a opacarlo.
Sin embargo, todo individuo que despliega opacidad en sus actos o nutre y
ceba en sus pensamientos, se arriesga a cargar con sus indivisos fantasmas, y
en este caso ya no le resultará una superioridad ante nadie.
Nadie está en condiciones de cuestionar que el odio excesivo, el rencor,
la lujuria, el celo, la pasión desmedida, el fanatismo delirante, la intemperancia
y todos los demás etcéteras repletos que habitan ocultos en la mente de los seres
pobres de espíritu, en su intención primaria los torna seres salvajes.
Entre ellos podríamos incluir a esos entes desquiciados que andan deambulando
claudicantes por las esquinas del mundo elevando su mirada empañada y turbia, y
revelando sin esconder de quien sea y fuere todo su desvarío interior, ese
mismo que trajo al mundo con sus genes y no tienen remedio ya.
Junto a las cosas vanas de la vida, por ejemplo, está la lluvia, que cae
trasparente, y sin embargo la neblina resulta sombría. Incluso entre las tantas
lluvias podemos incluir el llanto, que es transparente, aunque a éste lo que lo
opaca son los parpados.
No hay duda que los dioses han hecho de nosotros, los mortales, seres bastante
inestables; si bien entre lo opaco y lo transparente suele existir una barrera
muy sutil llamada ser humano, que nada más es que un oprimido social por
naturaleza, trascendente e irrepetible que se diferencia de los animales por
causa de su inteligencia y razón, y que vive conformes a reglas y normas
transparentes.
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