sábado, 17 de dezembro de 2016

Mi Gloria


Habían existido algunos prefacios y varias preliminares entre nosotros. Empero, cuando esa noche ella se desnudó, donde me aseguraba que le sobraban kilos yo juré que le faltaban besos. La besé sin pedir permiso y fue la gloria.
Creo que podríamos haber hablado de frío a no más de tres centímetros de distancia, e ignorar tiritando de deseo cuantos veranos fuesen posibles caber en nuestros abrazos.
Es más, hasta esa noche yo no había logrado entender el verdadero significado de la sed hasta no sentir sus manos acariciarme la nuca. Me di cuenta que de rodillas el cielo estaba exactamente a la altura de mis labios, mientras sus muslos se abrían como quien abre un inmenso paréntesis en el arcoíris, o como quien cierra un pasado.
Inclusive, podríamos habernos sentado a hablar de la lluvia, observar con la inocencia perdida nuestro reflejo en los charcos, pero decidimos ser los dueños de la próxima tormenta, porque desnuda ella me parecía una playa donde naufragan las islas.
Gemía, y toda la habitación bailaba como si ella tuviera en la garganta los acordes de mi vida. Como si la música no existiera sin su boca. Traduje sus suspiros al idioma del deseo y toda mi existencia se resumió a sus labios.
Nos leímos despacio, y me di cuenta que tenía adjetivos en las caderas que aún ni conocía. Tenía en las manos miles de puntos suspensivos, y en sus ojos había una infinidad de signos de exclamación. Decidí llenarle la vida de palabras esdrújulas, con sueños de verbos en futuro perfecto y un amor en el pluscuamperfecto.
Pero nada es infinito en esta vida, y tuve que cerrar el paréntesis después de silabear su nombre en un susurro. Como quien cierra una estrofa. Para quedarnos dentro, perdidos en un abrazo eterno. Pero si por acaso nos quedó algún recuerdo escondido, ciertamente las canciones lo han de encontrar mañana.
Revelo sin necesidad de alarde, que desde esa sublime noche nos pusimos a coser los meses de invierno en el quicio de la puerta e intentar descifrar la vida en el vaho de los suspiros, porque nombrarnos nos sabía cómo un beso largo en la boca. ¡Una gloria sin fin!

sexta-feira, 16 de dezembro de 2016

Endeudamiento


Todos tenemos alguna deuda pendiente que pagar. Pero mismo que exista la culminación lógica llamada muerte, un tema más claro que nieve blanca, si todavía no la hemos abonado, lamentablemente la tendremos que llevar junto a otra vida para saldarlas.
Muertes las hay de todo tipo. Sin embargo, cuando ésta burla nuestra vida cada vez más frágil pese a los avances científicos, el etéreo destino nos acaricia el hombro y el mundo se evade al instante en una nada. Se puede morir de mil formas: de un síncope, de hipertensión, de un tiro o una puñalada, o hasta de amor, lo que para muchos sería un final benigno si hay reciprocidad, si bien para otros puede resultar casi como un regalo maldito.
Con todo, las deudas suelen jugar un rol central dentro de la anarquía en que vivimos. Éstas no son más que un compromiso de pago obligatorio entre dos entes que son representados por humanos, donde el que ha pedido es el deudor, el que ha entregado o prestado es el acreedor; y lo que ha de ser entregue puede ser cualquier tipo de bien, tangible o intangible, incluso una solicitud de amor.
Cuanto a este último tipo de deuda, casi siempre suelen realizarse pronósticos, si bien algunos son tan falsos como billete de tres pesos, ya que proponen una dicha mentirosa o el adelanto de una pasión que no era tal. No son más que copias fidedignas de un deseo pasional o una imitación de lo inimitable, porque su sentido real, único, original de la emoción verdadera, quedó allá lejos, perdido en el silencio del olvido.
Esencialmente, se podría afirmar que ciertas deudas de concepto moral provenientes del mal de amores, son de por sí obligaciones imposibles de cuantificar o reembolsar de acuerdo con la magnitud de las declaraciones que fueron condicionadas previamente; un trágico momento en que el acreedor o acreedora ve su corazón desfallecer, por lo que de la escatima solamente le sobrará remordimientos y diez dedos de desconsuelo.
Lo que le sobra, en verdad, es una deuda pendiente que en algún momento el corazón desamorado habrá de saldar.

quinta-feira, 15 de dezembro de 2016

Cómo no Quererte


Me entretuve a observar desde mi ventana la fiesta del sol en el poniente, y si bien me confundían sus manchadas tajadas de un cielo multicolor, percibí lo cuanto te amo y te recuerdo, y como calla el tiempo en la soledad, imitando el aire que se detiene en vigilia de una gran tormenta.
A estas horas el sol ha partido ya hacia otras alboradas, pero siento que a nuestros pies el mundo se detiene y nos espera. Te quiero tanto, vida mía. Tú lo sientes ¿verdad?
Te quiero como para conducirte de manos dadas a mis lugares favoritos, y contigo a mi lado poder buscarte en la niebla de miradas que no son las tuyas pero que aun así me incitan a buscarte porque te quiero.
Lo cierto es que te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma, como pedazo de sol entre mis manos, buscando en ti la ilusión de cada día en un horizonte que tiene tu ausencia.
Quizá te quiero como para leerte cada noche, como si fueses mi libro favorito, como para leerte frase por frase, línea por línea, letra por letra, espacio por espacio mientras me oyes desde lejos y mi voz no te toca.
Dime cuál es exactamente el rincón del universo donde no has dejado aun tu sutil presencia. Dime por favor cual es la noche que no vendrás para velar mis sueños. Ya no puedo vivir porque te extraño, pero tampoco puedo morir porque te quiero.
Me has pedido tantas cosas en tus plegarias, que yo te sigo amando a manos rotas, procurando hacerme el bueno, para ver si al fin así te puedo tener a mi lado. ¡Cómo no quererte, vida mía, si te extraño tanto!

quarta-feira, 14 de dezembro de 2016

El Apostador


Horacio era un hombre viciado en carreras de caballos. Pero como no era un individuo de muchas poses ni dinero sobrando, buscaba controlar su impulso, ya que no podía arriesgarse en la aventura de muchas apuestas.
Sin embargo, seguía de cerca las novedades del turf a través de los programas del propio Jockey y las premisas que publicaban los periódicos, como no perdía oportunidad de conversar sobre ese tema con los entrenadores de caballos y los amigos que curtían la misma pasión que él. En todo caso, le gustaba seguir de cerca la filiación de los animales y a quien ellos pertenecían.
Pero es sabido que el juego de turf tiene sus propias peculiaridades, ya que si se realizan veinte consultas, seguramente se obtendrán veinte candidatos en lo que se denomina una “carrera abierta” en la jerga de este deporte, o sea, que cualquier animal puede ganar, independiente de que la prensa apunte uno y otro como los más indicados. No habían resultado pocas las veces en las que Horacio presenciara un tal caballo ganador que nadie tenía en los papeles ni daba un vintén por el mismo.
Por esa época había carreras sábados, domingos por la tarde, y lunes y jueves por la noche. Pero durante los días que se corrían los Grandes Premios, también llamados de Derby, Horacio se alborotaba con el evento. Comparecía a esas fiestas con gran satisfacción, no perdiendo ninguna. Sus bolsillos estaban llenos de programas de turf y algunos pules perdidos.
No era solamente el placer del juego en sí. Ese había sido el deporte de los reyes que se iniciara con la clase alta en el reino Inglés; y por alguna razón no comprendida, a Horacio le encantaba andar metido de cabeza en ese ambiente de fiesta, cuando se le podía ver mirando con su binóculo todos los pareos. Ganase o perdiese, permanecía siempre sereno, sin dar grandes demostraciones de alegría o disgusto.
Pero resulta que cierto día su esposa soñara que una yegua en la cual su marido tenía una participación, iba a ganar la carrera, y lo incitó, diciéndole: -Apuesta en ella, vas a ganar mucho dinero.
Poco después, cuando Horacio llegó al hipódromo, el entrenador le comentó que sería imposible que esa yegua ganara nada ese día, ya que el animal tuviera un malestar cualquiera durante la noche anterior.
Con aire despreocupado, Horacio asistió a los demás pareos que se corrían esa tarde, hasta que llegara la hora de su potranca correr. Se mostraba indiferente: ¿qué podría hacer un animal enfermo?, se consoló dando de hombros.
A pesar de ello, es cuando entonces la yegua, que en la carrera venía metida junto al grupo, dispara y gana fácil el pareo.
Para algo le sirvió su hazaña: Horacio volvió temprano a su casa, y ni habló. Se quitó la ropa y se acostó: al final, la cama es un buen lugar para ahogar las desdichas.
Al día siguiente le contó lo ocurrido a su mujer, que desde ese día nunca más soñó con nada. Y si soñó, no le dijo nada a su marido. Por las dudas que ese día diese errado su palpite…

terça-feira, 13 de dezembro de 2016

Desánimo


Hermosa eras tú, altanero yo; y poco a poco nos fuimos acostumbrando uno a querer dominar, el otro a no ceder, y seguimos andando por esa apremiante senda hasta que nos resultó inevitable el choque, y un día concordamos en dar adiós a las mutuas manos y a las sienes que acercaban el amor. Hoy en día sólo ha quedado entre nosotros la fiel memoria y los desiertos días.
Ya no me resulta mágico el mundo si me has dejado. Ya no compartimos de manos dadas y pausados pasos la clara luna ni los serenos jardines. No existe más una luna que sea espejo de nuestro pasado. Sólo ha quedado en mí un cristal de soledad, un sol de agonías.
Como si fuese un enjambre de abejas irritadas, desde un oscuro rincón de la memoria surgen a perseguirme con insolencia los recuerdos de nuestros ayeres. Medroso y triste, entrego mis pensamientos a tocar el pentagrama de tu belleza y afinar mis melodías para un amor que ya se fue. Esfuerzo inútil. Los recuerdos me rodean, me acosan, me maltratan, me aguijonan el alma unos tras otros con fatuo encono.
Mismo así, he percibido en medio a mi dolor, que nadie pierde sino lo que no tiene y no ha tenido nunca, y que no basta ser valiente para aprender el arte del olvido.
Ensimismado en ese contraste de vida y misterio, de luz y tinieblas, creo que si una próxima vez vuelvo a perder a alguien, esa vez no será por tener pensamientos demasiado profundos, por tener estándares muy altos o sueños muy grandes, por tener demasiada alma, por tener los pies en la tierra, por amar demasiado, por empujar a otros a creer que el pasto es verde solamente si lo riegas.
Un día te rogué que no me tentaras. Y ya lo ves, hoy no puedo olvidarte.

segunda-feira, 12 de dezembro de 2016

Desvelo


Tuve el presagio de que ésta no sería otra noche más de mis calladas luchas. Por la ventana, noté que el cielo había anclado su huraña sombra negra entre dos serranías y la lluvia en la errante oscuridad caía formando cortinas de agua, impulsada por un viento intenso que hacía teclear las celosías de la ventana mientras mi corazón daba vueltas como molino loco.
Dentro de la habitación no había vestigios del viento de mi angustia que suele arrastrar mis sueños que se tumban. Ahí estaba ella, apegada a mis brazos como una enredadera en cuanto en mí ardía una hoguera de estupor como lo hace el mar a la orilla de un faro.
En eso andaba yo, cuando luego de haberla besado de manera apremiante y prolongada, de haber acariciado lo más suavemente posible sus cabellos lacios y depositar varios besos breves en su cuello de gacela y en su hombro reprimido cubierto de piel rizada, de mirar más de mil veces ese par de ojos profundos donde ciertamente cada día la noche alea, de repente se me ocurrió buscar imperfecciones en su cuerpo, cualquier falla invisible, más específicamente esos pequeños pero significativos defectos anatómicos.
Entre sus brazos de flor y regazo de rosa los encontré, y tuve certeza que desde ese día en más me sería posible conquistar el mundo desde cualquier punto de su espalda, tan sólo usando como trinchera sus lunares y perderme ahí, entre sus sueños, sus miedos y pudores. Sin embargo, hubo específicamente un diminuto lunar que me desveló. Estaba ahí, donde más se desea.
Ahora todo en mí lo ocupa ella, arco de esperanza, pues es en ella que mientras las aguas de los ríos cantan, que mi alma en ella huye como lo desea y hacia donde ella quiera.
Te escojo a ti, vida mía, porque me di cuenta que tu encontraste al fin mi punto débil. Has sido la única que descubrió la forma de calmar esta alma indomable que poseo. Te elijo, alma de mi alma, porque descubrí que vales la pena, vales los riesgos, vales la vida.

sábado, 10 de dezembro de 2016

Sé que te Veré


Mientras el alma esté en la tierra, ella siempre ha de necesitar un cuerpo en el que habitar; no obstante dentro del contexto secular y perecedero en que nos han encajado sin pedirlo, lo aconsejable es uno no ponerse a mimar demasiado el cuerpo, como para que éste no vaya a pensar equivocadamente y se crea que él es más importante que nuestros sentimientos.
Estoy convicto de que mis años vividos ya son historia; eso es algo que ya nadie puede quitármelo. Más tarde me ha de llegar la vejez con sus achaques y demás malestares a cuestas, así que por ahora mí consuelo es animarme con reflexiones consoladoras y entregarme a pensar en ti, Maga de mis sueños.
Por eso me gusta pensar que voy a verte. No sé en qué lugar, ni en qué estación o bajo qué circunstancia. No sé si será hoy, mañana, dentro de un par de años o en otra vida. Tampoco sé si ese encuentro ocurrirá siendo niños, jóvenes o ancianos; en forma de personas, o en una conjugación de agua y piedra, de luna y estrellas, de flor y tierra o como lluvia y cielo. Pero igual me gusta pensar que voy a verte.
En realidad, me encanta conceder las horas de mis días y mis noches a pensar que de algún modo voy a verte; posiblemente ha de ser en algún momento en que nuestros destinos coincidan nuevamente. Simplemente pienso en eso. Me gusta pensar que voy a verte.
Tal vez nos volveremos a encontrar cuando seamos ligeramente más viejos y nuestras mentes sean menos frenéticas, cuando entonces yo seré adecuado para ti y tú serás buena para mí, porque entiendo que justo ahora soy un caos para tus pensamientos y tú eres veneno para mi corazón.
Eso sí, prometo que volveré a verte antes de que tu preguntes: ¿De qué murió?, y mucho antes de que todos te contesten que me caí de lo más alto de mis expectativas.
No hay nada más bonito que volver a oírte decir: “me hiciste mucha falta”. Porque tú existes dondequiera, pero yo sé que siempre existes donde mejor te quiero: en mi corazón.

sexta-feira, 9 de dezembro de 2016

Ufanidad


Solemos escuchar que la nostalgia engaña al incauto, al inculcarle el ufano deseo de simplicidad y una inocencia inalcanzable. Esos sortilegios de la palabra ajena me llevan a cuestionar: ¿Cómo haré para dejar de lado los sombríos atributos dominantes que gobiernan mi solitaria vida en la actualidad?
En realidad, ella y yo somos cobardes que a la distancia se quieren, pero por prejuicios de amores pasados y de las cicatrices que tenemos en el corazón, no nos arriesgamos a amarnos con locura, esa misma locura que causa ímpetu y arrebato, y nos negamos a darnos todo este amor.
Como no hay solución, uno necesita aprender a llevarse bien con la soledad. Es necesario hacerlo, sin duda, porque en el aislamiento de mi corazón, que se sabe condenado a morir sin sus besos, necesito de su compañía, y es cuando percibo que la soledad resulta buena amiga. No miente, me escucha inerte en silencio y hasta muestra su valentía, esa valentía que un día pensé que no existía.
Mis avenidos pensamientos pretenden, de manos dadas, llevarme al sacrificio, y aunque en mi alma hay un pozo y en mi sangre habita un náufrago, mis sentimientos por ella pagan el rescate y yo me escapo abrazado a mi sueño con el que al acaso cruzo el mundo, sin pensar de dónde vengo, ni a dónde mis pasos me llevarán.
No niego que por veces la veo como la imagen que en un sueño pasa, como un rayo de luz tenue y difusa que entre las tinieblas nada. ¿Será verdad que, huésped de las tinieblas, de la brisa nocturna, un tenue soplo alado me hará subir a una región vacía para encontrarme con ella?
A veces me pregunto si todas las palabras que me han quedado presas en la punta de la lengua, de haberlo hecho hubiesen cambiado nuestras vidas… Mientras no descubro la respuesta, la seguiré soñando eternamente. 

quinta-feira, 8 de dezembro de 2016

Encuentro


La noté muy quieta, mirándome fijamente, aunque no se percatara que su lindo rostro delataba todo el color de sus sentimientos. A mí me dio las sensación que se encontraba muy afligida por algún motivo, pero no por eso dejaba de ser una mujer bellísima.
Sus gráciles ojos verdes brillaban como si estos fuesen un delicado par de botones de jade engarzados sutilmente en su semblante. No lo hacía de exprofeso, pero sus labios entreabiertos dibujaban una mueca de extasiada candidez.
Mismo así, atónito a causa de su lindura, recelé ver un par de lágrimas furtivas a resbalar por sus claras mejillas. Observarla frente a mí, era como si yo mirase la luna, y hasta me parecía ver perlas en su rostro. Ni la nieve más blanca, blanquísima, era tan linda como su sonrisa.
Medio perdido en medio a estas meditaciones, el canto de mi voz se ahogó de vez en mi garganta. Quedé mudo y se hizo entonces un silencio enorme. Imaginé que ambos éramos parte presente de una de esas pinturas que cuelgan de las paredes en una quietud eterna que los frenéticos del mundo no se animan a quebrar.
El nuestro era un efímero encuentro donde no reinó la palabra. No había necesidad de corromper la mirada. Ellas lo decían todo. Poco a poco regresamos los dos al fluido del tiempo, cuando entonces ella sonrió y yo pensé que era un pedazo de sol que caía entre mis manos.
Inquieto, se me ocurrió mirar hacia la inmensa pradera que se extendía en soledad en dirección certera hacia un horizonte infinito buscando indicarle tanta hermosura, pero al volver la vista hacia ella, había desaparecido.
Me quedé con la certeza de que había existido un corto paréntesis de silencio entre sus manos y mis manos, entre su mirada y mi mirada. Una frontera de palabras que no llegaron a ser dichas entre sus labios y mis labios. Sin duda hubo algo que permaneció brillando así de triste entre sus ojos y mis ojos.
No tuve tiempo de decirle que no la quería para llenar mi soledad, eso sería mucho egoísmo de mi parte. Ella se marchara antes que yo pudiera decirle que la quería para completarnos la existencia.

quarta-feira, 7 de dezembro de 2016

Mujer Madura


Uno debe estar muy atento a esas mujeres maduras que andan campantes caminando por las calles con su atrevido miedo, llevando sus años de experiencia a cuestas, lindas, leídas, viajadas, sensibles, prácticas.
Digo, cuidado, porque muchas de ellas vienen de cerrar una puerta con decisión extrema, pero sin pizca de olvido. Son mujeres que amaron, construyeron, parieron, y con eficacia inaudita cumplieron con la vida.
Ya han agasajado con respeto a su hombre, han dado alas a sus crías y ahora desentumecieron las suyas, por lo que se las ver intactas, brillantes, soberbias, majestuosas, listas para el vuelo, que ciertamente no ha de ser el de un horneros y sí el de una gaviota, soberana, curiosa.
Es de suponer que ellas saben de la vida y de su hambre porque con su cuerpo han sabido saciarla. Pero al tornarse expertas en todo nivel de estupidez en sus más variados matices, se reconocieron inmersas en ella hasta el estupor y soportaron mucha hasta el dolor.
Luego, lo sabrán distinguir, no lo dude nadie. Por eso que una vez que alcanzaron su madurez, se han vuelto versadas en economía; la aplican en el gesto, en el andar y en su exacta sensualidad. En el movimiento rítmico de sus caderas, las que ya se estiraron y contrajeron más de mil veces, se estremecieron y agitaron.
Saben del amor, en todos sus colores, desde el rojo resplandor al mustio gris. Sus piernas fuertes arrastran raíces todavía. Y prontas a sentir la vida, van con una vieja canción en los labios, profunda intensidad en la mirada y delicada seguridad en su sonrisa.
Sin embargo, por si acaso esta advertencia llega tardía, y alguien descubre que ya no puede dejar de pensar en ella, entonces, lo recomendable es cuidado de ahora en más. No caiga en el mismo error de los inmaduros, no se equivoque, no lo arruine todo, no le mande mensaje de texto. Lo mejor sería invitarle a un café con tiempo.
No recurra al correo electrónico, ya que ellas preferirán sin duda un poema en servilleta. No le haga promesas, no les venda imagen, ya que es mejor exhibir su autenticidad más despojada. No caiga, por querer rellenar el momento, en aturdido vacuo. Deje que ella respire un silencio común.
No se olvide que vienen de quemar las naves y cambiar la comodidad indolente por riesgo vital. Avanzan por un camino incierto, pero elegido.
Seguramente, en su cartera, habrá fotos, un perfume y unas cuantas lágrimas. Pero en su mirada habrá, con toda certeza, una decisión. 

terça-feira, 6 de dezembro de 2016

Somos Cautivos


Una vez tocado por la varita mágica de la desventura, me siento como barcarola solitaria y perdida en un mar oscuro y cuajado entre las tinieblas del infortunio. No hay en estos casos lo que se pueda hacer, ya que esos reveses de la vida generan pensamientos entristecidos que acuden a mi ánima en toda y cualquier circunstancia: sucesos, gozos, aprensiones y tribulaciones.
A lo mejor tan elemental y excéntrica perspectiva de mi existencia, aunque no del todo comprendida por mí, se asemeje a un ancla que tarde o temprano ha de traer una luz de alegría al penoso piélago de mi vida de martirios. ¡Oh, en donde te encuentras feliz ensenada que aplaca la soledad, si allí logra hacer pie todo desconsuelo el día que encontremos quien nos ame!
Siempre ha de existir algún ser venido a este oasis de amargura para darnos un poco del amor que la vida nos roba. Es posible que los dioses quieran que haga yo lo que está en mis manos para que florezca la alegría aceptando lo que en verdad no está en mis poderes gobernar, como si fuese designio venido de los suyos.
Estas quimeras es lo que me ha sostenido y mantiene viva mi esperanza para enfrentarme a los duros esfuerzos de la vida. Al fin y al cabo, de una manera u otra, todos en este mundo somos cautivos. No de grillos y cadenas de hierro, sino de cuantas circunstancias nos tocan en suerte en este valle de lágrimas.
Es cautiva la nacencia, porque no es escogida; pero una vez que la aceptamos, es principio de libertad. Cautivan también las ilusiones que apresan las voluntades en la vana sombra de los sueños. Cautiva el amor, que nos hace esclavos de las amadas personas. Pero pienso que quizás es peor uno ser cautivo del futuro, que es incierto, falaz e indomable.
No nos hace cautivo lo que nos sucede, sino lo que nos imaginamos que sucede: un desengaño, una desilusión, un desastre. Pero no es el aparente infortunio sino la suprema razón de la existencia. La máxima tentación es ver en los males el sinsentido de esta pesarosa vida.
Sin embargo, hay asimismo entre tanta infelicidad, momentos inmensamente plenos de dicha, que es cuando se enciende de repente una llama en el corazón al descubrir la Diosa que nos ama... ¿Quién osa vivir sin amar?

segunda-feira, 5 de dezembro de 2016

Hoy Pensé en Ti


Confieso que hoy pensé en ti al ver resbalar las gotas de lluvia por mi ventana. Cada una de esas líneas dibujas al acaso en el cristal me trajo un recuerdo tuyo, y pienso que quizás tú también me estés extrañando en esta tarde fría.
Estoy convencido que hoy te pensé más ayer, más que nunca, al beberme una copa de vino, cuando el calor que me trasmitió me hizo recordar los días que te abrigaba en mis brazos y te decía cosas bonitas al oído, mientras tú me contestabas que ése era tu lugar favorito: mis brazos.
Hoy tuve la carente necesidad de sentir aquel tan tenue y prolongado abrazo que solías darme antes de despedirnos en aquella esquina de siempre.
Sí, hoy te pensé más que en los ayeres, y doy gracias a la lluvia de hoy que me permitió ver tu rostro una vez más trazado en cada gota, y recordar tus ojos de miel mientras bebía otro sorbo de vino con sabor a te extraño.
Sin embargo, sé que hoy tú no estás en las palabras u otros léxicos. Estás tan sólo en mis recuerdos tristes, y considero que eso no tiene nada que ver con decirlo, con querer buscarle nombres, pronombres o morfemas. Pero sin dudad eres mi día de sol cuando es noche, mi eterna noche sin ti. Eres música cuando todo es silencio, eres todo en mi nada.
Sé que he dejado una huella. Nunca me iré del todo. Me recordarás. Lo harás cuando menos lo esperes.
Tal vez algún otro día nos cruce nuevamente la vida y lo que hoy queda en poesía y deseo, se haga realidad entre tus brazos y mis besos.
Dime que sientes lo que yo siento, que no te lo explicas, pero que lo sientes, ahora… Mientras yo te amo.

sexta-feira, 2 de dezembro de 2016

Amor Acrónimo


¿Será el amor un acrónimo, o no pasa de una dolencia que acomete a los vulnerables de espíritu?
Quién sabe ese estado de apego sentimental y excitable sean asomos que suele ocurrir en campos variados: en el sueño, en el insomnio, en el desvelo, en una ilusión que, como fantasma, persigue nuestros pasos.
Pero bien que podría ser un acrónimo, ya que éste es las suma de los significados de las palabras que lo generan, no obstante, por veces, el acrónimo genere confusión en su significado porque usa partes de términos que se ya se usaban independientemente como raíces cultas.
Sin embargo, bien sabemos que cuando el bichito de amor nos pica, además de infestarnos el alma, casi siempre resulta en un intento de querer encontrarnos, de querer hablar consigo mismo, con los ojos abiertos, con los labios inmóviles o mordiendo un manifiesto proyecto de palabra que la mente ordena y el corazón no escucha.
Eso ocurre con nuestro órgano muscular, justamente por causa de esa insana egolatría que lo vuelve sordo y lo lleva a palpitar neciamente, cuando nuestra mente se vuelve más equívoca una vez que el amor se convierte en un ardor de pasión, primordialmente cuando el sentimiento penetra en nuestro pasado queriendo buscar raíces, motivos, razones y simientes de angustias de antaño.
Pero existe una salvaguarda cuando nos pica el amor: la mente, que actúa que ni hiedra venenosa que va trepando por el muro de los malos recuerdos y no convoca a nadie, porque si así lo hiciese, los cataclismos emocionales nos harían vibrar y temblar, buscando empujarnos al abismo de los fracasos.
En este caso, y aún más cuando no logramos contener la pasión y demás sinónimos, es cuando se abren entonces las válvulas de la duda y nuestra alma pasa a oscilar temerosa entre la dicha y la penuria deseando consultar al versado corazón, aunque a ella no le sea permitido interferir.
Por consiguiente, ha de ser ciertamente a causa de ese inicuo instante, que nuestros sentimientos sucumben en lo contrario a un acrónimo, para de pronto convertirse en un retroacrónimo, o sea, un tipo de conmoción que empieza siendo una palabra de uso común, pero que después acaba siendo interpretada como sigla que licúa nuestra existencia y ya no nos deja vivir en paz.

¿Alguien tendrá la respuesta?

quinta-feira, 1 de dezembro de 2016

Caligenefobia


En la jungla del asfalto podemos encontrar de todo, ya que todos quienes vienen a este mundo por casualidad y sin mismo desearlo, pueden ser míseramente contaminados por el medio que los rodea, antes de ellos sentir la aciaga caricia de la muerte.
No todos son de la misma calaña, pero, entre todos, los que más llaman la atención son los hombres que se ven afectados por la Caligenefobia, una fatídica aversión que algunos conocen por el nombre de Venustrafobia, y hasta por Complejo de Licea, que no es más que una maldita y extraña manía que está afectando a casi el uno por ciento de los masculinos del planeta.
Se acredita que muchos de los que poseen esa aversión irracional y sórdida, son confundidos de inmediato con individuos que no están posicionados ni a la derecha ni a la izquierda de un género definido, sino que prefieren situarse en la columna del medio, aunque lenguas maliciosas digan que ellos permanecen dentro del armario.
Puede sonar inverosímil, pero lo cierto de todo esto, es que a pesar de su nombre complicado, la caligenefobia es algo que se está volviendo bastante común, puesto que se caracteriza como una fobia, o miedo extremo, que los hace abandonar de vez su vocación de cuna, hecho insensato que los lleva a desplegar una incapacidad injustificada para interactuar normalmente con mujeres muy bonitas o apenas hermosas.
Ya hay quienes juzgan que la salvación para esas almas contaminadas sería arrancarle los ojos, pero resulta que en los últimos lustros esa posibilidad ha entrado en desuso. Por tanto, es necesario estar atento a los síntomas de esta ojeriza que, generalmente, se manifiesta peripatéticamente con falta de aire, arritmia cardíaca, ansia, manos sudorosas y otras sintomatologías físicas comunes a todas las fobias, que aparecen apenas se mira a una mujer súper bonita.
Pero, ojo, porque no es sólo uno cruzar la mirada con una Divinidad monumental y cinematográfica, sino que basta la simple ojeada a una fotografía, inclusive aquellas que no tienen el retoque mágico del Photoshop.
La salvación para este mal no se encuentra en la iglesia de la esquina, ya que el tratamiento del disturbio requiere acompañamiento psicológico. Esos peritos en la cura de los motines de la mente ajena, hacen que los hombres fóbicos se vean expuestos durante largo periodo a fotos y videos de mujeres bonitas, muchas mujeres bonitas, para que logren superar esa situación de miedo que padecen.
Sin duda éste es un problema mayor para las Iglesias, aunque ya no sé decir qué es mejor, si padecer el mal, o el deleite del tratamiento.