Nunca está demás
repetir hasta el cansancio para recordarle al más poético de los leyentes, que
el “instinto gregario” no se originó en Grecia, donde se sabe que las estatuas
tenían por costumbre vivir en grupos y sus gobernantes se tornaron habitués en
no pagar las pignoraciones. Sin embargo, se puede percibir que fenómenos
cretinos que catalogan la conducta mental, moral y ética contemporánea -cosa
que por señal la cultura helénica jamás lo hizo con recato- no son exclusividad
de ellos.
Digo esto,
porque el museo “Madame Tussauds”, famoso por reproducir gentes y celebridades
de todo el mundo en formato de estatua de cera con una perfección absurda, ahora
también busca un lugar de destaque entre la selecta pinacoteca coleccionadora
de prodigios estúpidos.
Hay que
creerlo o reventar, porque la versión norteamericana del mencionado museo, que
existe en Las Vegas, últimamente ha estado recibiendo muchos fanáticos “desequilibrados”
por cuenta de la estatua de Nick Minaj.
No porque
estos visitantes sean fans de la intérprete, sino más bien porque toda la
peripecia a su alrededor comenzara cuando a un hombre se le ocurriera
-literalmente- “montar” atrás de la estatua de la cantora de manera y posición lasciva,
y a seguir postara la foto en su “Instagram” con una legenda poco común: “Un
hombre puede soñar”. Dicha imagen llegó a superar las 400 mil curtidas y, a los
pocos, fue creando una fiebre de fotos del mismo naipe con la estatua de cera.
Quien no está
al corriente de la farándula, Nick Minaj es una rapera, cantante, actriz y compositora trinitense que ya
fue nominada al “Grammy” en seis ocasiones, y que además se tornó conocida por explorar la sexualidad en sus músicas, aunque ella nunca
imaginara que los visitantes del museo pudiesen llegar a tal ponto en sus
representaciones pictóricas.
Volviendo al
tema, como las estatuas del mencionado museo pueden ser tocadas por los
forasteros durante las fotos que son sacadas por ellos durante la visita, los
responsables por el museo no han encontrado una manera de prohibir esos retratos
embarazosos, y hasta porque eso tampoco les interesa tanto, ya que la
administración está ganando dinero con el crecimiento de las visitas.
Como
consecuencia, tanto en “Instagram” como en “Twitter”, las fotos con la Minaj de
cera viraron una moda absurda: son millares postadas en las dos redes sociales.
En todo
caso, retomando el asunto, además de la Nada, lo que se pretende aquí no es
sólo hablar de boca, y sí valorizar la utilización de la nariz, no sólo por su
largo empleo sexual como también por la olvidada maleabilidad creativa que ella
demuestra, e inclusive registrar que la estatua de Minaj está expuesta en posición
y ambiente semejantes a los que la cantora desarrolla durante el clip de la
música “Anaconda”, uno de sus mayores éxitos mediáticos.
Por supuesto
que, postrado de rodillas sobre dos granos de maíz delante de tales
prestidigitaciones rocambolescas, se ve que hoy día la higiene mental no sólo
depende de pañuelitos higiénicos intelectuales y sí de pituitarias intenciones,
además, claro, de un excelente dedo indicador que, con certeza, arrancará de
allí nuevos horizontes de obras que podrán ser admiradas por un público cada
vez exigente, llevando a que los expertos pronosticadores de siempre no logren
diferenciar cualquier desigualdad entre las estatuas de Lasar Segall y la de
Marc Chagall… ¡Pura ilusión de óptica!
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