terça-feira, 31 de janeiro de 2017

Elucubrando


Hoy día elucubramos en el amor, no obstante desde el inicio de los tiempos, el término lingüístico “elucubrar” era estimado un galicismo y el verbo no era considerado un latinismo directo y sí el regresivo de un sustantivo que derivaba del término “lucubrum”, palabra que correspondía a una lamparita pequeña de cualquier naturaleza utilizada para iluminarse por la noche y así ahuyentar fantasmas.
A más, en los inicios de la humanidad, elucubrarse era el hecho de trabajar velando en la noche a la luz de una lamparilla. De ahí no demoró para este término significar esforzarse con vigilias en un trabajo o una argumentación.
Más adelante en el tiempo, el significado pasó también al suceso de alguien especular largamente sobre algo en condiciones de vigilia, esfuerzo y fatiga, que por su vez tiene como consecuencia infausta el hecho de mariposear y reflexionar mucho y sin un excesivo principio, ya sea sobre cualquier hipótesis o sobre una teoría no fundamentada que normalmente resulta del impetuoso producto psíquico de la imaginación febril que suele acometer a todos aquellos seres apasionados que han sido asaltados por el amor, los que luego pasan a elaborar una divagación complicada y con apariencia de profundidad, no siempre filosófica.
  Con todo, el hecho de elucubrar suele ser más caótico cuanto más debilidad tenga el fogoso amante, en especial, cuando éste quiere infiltrase en el pasado buscando raíces, motivos, semillas de una angustia, de otros amores pasados y pisados, de sueños que murieron al amanecer.
Los científicos ya han demostrado por a más be, que la mayoría de las personas emplea la mitad de sus horas de vigilia en pensamientos que nada tienen que ver con lo que están haciendo en esos momentos. Lo que sin duda muestra que esta forma de “divagación mental” produce, además, sentimientos de infelicidad.
Algunos enamorados no correspondidos han ido más lejos con su elucubración, al punto de ella ocurrir en varios campos: en el sueño, en el insomnio, en la vigilia. Y así los vemos deambular en las calles, o en la penumbra, parados debajo de un farolito, dejando su mente transcurrir por un laberinto y perderse en insólitos desvíos.
¿Será que todos elucubramos para saber, de entre todas las mujeres de nuestro entorno, cuál será por fin la que amaremos?... ¡Suele ocurrir!