Siento que
usted no está capacitada para percibir cómo a mí me gustaría ser un
nigromántico del amor, y así lograr prever nuestro futuro, mismo que yo, dulce
mujer de mis desvaríos, sólo sea un triste hombre que vive a soñarte.
Anoche te vi nuevamente
entre sueños y te noté más preciosa que siempre, mejor dicho, magnífica.
Quizás, eras mucho más que una Diosa, porque advertí que la venturosa piel de
tu cuerpo exhalaba odas y poesía.
Te sentí tan
cerca de mí, que juro alcancé a respirar la esencia de tu piel. Te veías tan
viva, te veías tan veraz, que llegué a imaginar cuántas loas, cuántos versos entre
letras gigantes como mis demonios internos, dormían en ti, tal cual un pájaro dolorido
que duerme calmo entre las ramas esperando la caricia del sol al amanecer.
Es posible que
hoy mis noches estén más llenas de recuerdos que de estrellas. Por eso me he
asomado a las más altas cimas de la tierra y del cielo buscando verte, con los
ojos y con el pensamiento.
Sin embargo, perdido
entre la agonía y el tormento de mi corazón apasionado, he descubierto tardío,
que tú eres el único medio posible que necesito para tocar las nubes. Nada más.
Mis ayeres
están poblados de ti y no hay noche que no te vea entre mis sueños, momento en
que se asoma a mis labios otra sonrisa, otro dolor, al preguntarme si acaso tú
ríes como yo. Mismo así, aunque me duela infinitamente tu lejanía, estoy
dispuesto a soñarte todas la noches, todas las semanas, todos los años del
resto de mi vida, sin que tu supongas cual sería el tamaño de la suerte mía el
poder tenerte a mi lado al despertar.
Saeta voladora
que cruzas mis sueños nocturnos sin yo saber dónde caerás, ola de pasión gigante
que el viento riza y empuja caprichosamente hacia el mar llevándote tan lejos
de los brazos de mi amor, hoy me resta un consuelo y nada más, que imaginarte,
amor mío.
Ven a mi
mundo, para que puedas sentir libre tu alma. Ven a soñar conmigo, dueña de mis
quimeras, pues, si soñamos juntos, será mejor para los dos.