No es por
nada, pero la vida suele ser dura y no dura. Subsistimos cómo podemos y a duras
penas sumergidos en la hoguera de las pasiones que resisten menos que un lirio.
Esas mismas
llamaradas de arrebatos y exaltaciones, me han llevado a buscar por alguien que
no tema quemarse a mi lado. Que no le tema al fuego, que se deje prender la
vida con todo el ardor, la pasión, el ímpetu que representa estar bajo las
llamas y que luego no quiera salir huyendo de ellas. Alguien que se quede aun
cuando yo sea tan sólo cenizas en el aire.
Es que un día me abrazó tanto la soledad que le tomé cariño. Entonces
lloré como un niño y le fui contando mil historias. En aquel momento charlamos
por varias horas como si los dos fuésemos grandes amigos. Después nos
despedimos y cada uno siguió su camino. Sin embargo, aún nos vemos de vez en
cuando y me alegra su visita. Ella aún sigue siendo la misma, siempre sabia,
siempre honesta, siempre lista… Pero siempre sola.
No dudo que la soledad llegue a ser peligrosa. Es más, creo que suele
ser aditiva. Porque una vez que uno se da cuenta de cuánta paz hay en ella, ya
no quiere más convivir con la gente.
Esto lo digo sólo para ti, y ruego que no se lo cuentes a nadie. En
aquellos días de amor sublime, el molde hueco era yo, mientras tu temblabas
pura y libre como una llama, como un río de mercurio, como el tierno canto de
un pájaro cuando rompe el alba, y presumo lo cuan dulce es decírtelo con las
palabras que tanto te fascinan, porque tú no creías que ellas existieran fuera
de los poemas, y que ni por un acaso teníamos el derecho a emplearlas.
¿Dónde estarás, donde estaremos desde hoy? Acaso nos convertimos en dos
puntos interrogantes en un universo inexplicable, cerca, lejos, o quién sabe
somos apenas dos puntos suspensivos que han creado una línea, infinita, dos
puntos secretos que se alejan y se acercan arbitrariamente pero que a pesar de
la distancia entre nosotros hoy nos dejamos consumir silenciosos en la
combustión de los recuerdos.
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