A causa de mis incesantes desvelos, me veo encallado en un ditirambo de
plenilunio que me aguija a trasmitir a mi hiriente cojín de espinas, todos los
sueños y sensaciones noctívagas causantes de mis insomnios.
Tan simplemente dos letras y una inmensa fantasía de amor componen tu
nombre, luciérnaga de la noche. Desde mi boca muda, hoy ganan el cielo las
palabras que habían quedado dormidas en mi alma y que ahora son la ilusión de
cada día. Te has convertido en ideas sin palabras, palabras sin sentido cuando
tú no estás.
Delirio de mi vida, tu pueblas mis sueños con ecos y voces nostálgicas,
y a su vez marchitas mi horizonte con tu ausencia en una eterna fuga como si
fueses olas marinas que llegan y se van.
Ese delirio que hoy me consume por ser cadencias sin sentido que no
tienen ni ritmo ni compás, se ha convertido de pronto en un sobresalto extraño
que agita mis ideas como un huracán que empuja las olas en tropel, en un
murmullo que en mi alma se eleva y va creciendo como volcán sordo que anuncia
su ardor, en memorias y deseos ocultos de cosas que no existen ni nunca
existirán, de accesos de alegría coronados de impulsos de llorar.
Te has convertido en la deforme silueta de un ser imposible, paisaje de
luna que aparece como a través de un tul, colores que se funden en la brisa
cálida de la noche de verano caliente y se convierten en átomos de un arcoíris
que nadan en la luz de mi madrugada.
Por tu causa, hoy mi vida es un páramo de espinas donde cada flor que
toco se deshoja. Las mismas que en mi camino fatal tú decides sembrar con el
mal de amor para que yo las recoja, mientras lágrimas de emoción ahogada brotan de mis ojos en cuando el alma duele.
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