Me pregunto quién, en sus plenos cabales, ha de tener el coraje de
amarte mañana como hoy te amo yo, pues si bien nadie sabe lo que a nadie digo, las noches
enteras son cortas para soñar contigo, y el día todo no alcanza para pensar en
ti.
Perpetua nómade en el jardín de mi memoria, soberana que reinas esplendorosa
en el castillo de mis sueños, puede que te resulten algo tardías mis agonistas palabras,
pero tengo que reconocer que tú eres de esas mujeres que agradan más al corazón que
a la vista, que primero se meten silenciosas por el alma y después por los
ojos, de esas que son como gaviotas en la playa que en sus arenas dejan huellas
que revelan un amor sincero.
Entristecido, lo confieso con nostalgia, hoy me
miran con tus ojos las estrellas más brillantes mientras mi corazón sombrío te
busca en llantos; fue tanta la pasión que tú anudaste a mi alma cuando percibí que
ambos andábamos por ahí en la vida sin buscarnos, que pronto comprendí que
estaba escrito que un día acabaríamos para encontrarnos, así como lo hace el
trigal y el sol, como mariposa y flor.
Fue extraño
cuando todo sucedió, por haber encontrado de casualidad todos mis deseos en una
sola persona. Pero ya sin ti, me toca vivir ahora un profundo silencio poblado
de retumbos, oscuras horas de nostalgia, infinitas horas de soledad… Pregúntale
a la luna, ella es testigo terco de mis noches enteras pensando en ti.
Has sido mi mejor tiempo perdido, mi acierto más
errado, mi desvelo lleno de insomnio, mi cáliz de veneno dulcificado. Llegaste
a ser la piedra con la que tropecé por voluntad propia, una adición de sueños que
terminé perdiendo, la claridad más oscura, un grito inaudible en medio del
silencio, la luz del universo que resplandecía en mi alma.
Ahora, claudicante entre los despojos, sois el
futuro que murió antes de llegar, un errático camino que estaba destinado a
terminar. Fuiste todo y hoy ya no eres nada. Solo me ha restado un adiós en
defensa propia y un ayer que no tendrá mañana.
Quizás te diga
un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y
acaso no comprendas en esta despedida, que aunque el amor nos une, nos separa
la vida… Hoy puedo decir que tú y las estrellas lo eran todo.
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