Imagino que cuando
alguien me habla del silencio, hace referencia a la abstención
de hablar o la ausencia de ruido. No en tanto, a pesar de divergir
de sus conceptos, yo no lo impugno ni me turbo, porque el tiempo, hábil maestro
de las conspicuas percepciones, me ha enseñado con su rigor pedagogo, que el
silencio consigue ser también un recurso
proverbial que suele usarse en medio de una comunicación.
Pero, atención, porque justamente en medio a cualquier conversación, el
silencio puede tener distintos significados, ya que sabe formar parte de la
puntuación normal de una frase o tener una carga dramática. Y cuanto a este
sentido teatral, uno puede distinguir entre el silencio
objetivo, que no es más que la ausencia de sonido sin otra
connotación, y el silencio subjetivo,
o simplemente, una pausa reflexiva que es llevada a cabo para acentuar
lo dicho anteriormente o posteriormente.
El silencio, o esas partículas calladas a exprofeso que suelen ser
irrecuperables demarcaciones del mutismo, por otra parte, puede tratarse de
la disminución o falta de ruido en un
determinado entorno o momento, como lo explica, por ejemplo, la siguiente
emoción: “El silencio de
la noche atemoriza a la joven apasionada, que no sabe que entre albas y crepúsculos que se unen entre pasiones, no hay nada más allá del horizonte poco
hospitalario que el más relajante silencio de la montaña”.
Dicen que el insomnio de amor tiene su propia partitura, y, por supuesto,
que además de un par o dos de labios que un día probaron el sabor de los míos,
a todo ello habría que resaltar el hecho de que existe una serie de expresiones
que utilizamos de manera coloquial y que hacen empleo del término que nos ocupa,
porque aparte de los tallos que nunca más se expandirán en rosas, éste sería el
caso, por ejemplo, de la locución adverbial “en silencio”, la cual usamos los
enamorados para expresar que algo se está haciendo sin llevar a cabo ningún
tipo de queja, mismo que todo aquello que fue color hoy sea incoloro.
Claro que también existe la locución verbal “imponer a alguien
silencio”. Pero, haciendo uso de ella, lo que en sí intentamos determinar, es
que una persona obliga a otra a que se calle como se callan las estrellas
cuando sale el sol, o a que guarde para sí determinados sentimientos como si estos
fuesen gorriones que se ensombrecen entre uno que otro vuelo bajo un cielo raso
añil.
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