sábado, 5 de novembro de 2016

Palabras, Siempre Palabras


No somos nada sin el candor y sin la palabra que nos deje vida. Pasión, ternura, soledad y muerte complementan la poesía de mi vida y se han transformado en odas para las noches oscuras sin luna y sin sueño.
Con todo, ese plectro no es más que la voz del amor, de los huesos y de la sangre, de los sueños que se tornaron posibles o resultaron imposibles, los mismos que día tras día se han ido depositando como pedruscos sueltos a un lado de mi camino.
Es el sentimiento asidero del canto del tiempo que fluye gradualmente en nuestro río mágico de la memoria. Como si fuesen primaveras que cubren los dolores del alma, o como vivos rayos de sol que derriten nubes de sufrimiento.
Peregrinando por el camino de la vida, fui aprendiendo que no debo acumular más dolor en mi cuerpo, y por eso suelo soltar pequeños pedacitos de lluvia por las noches.  
Pero a la par de esa menudencia de partículas de rocío de atrición nocturna, realizo mi acto de contrición e intento perdonarme siempre y recordar a quien amé en mis días sin sol, reviviendo los escarmientos que esos intensos amores han quedado gravados en mi alma mientras voy besando en silencio cada tiempo que ellos me regalaron.
Sin ofuscar ni entorpecer mi mente, me he dado cuenta que el silencio es el único que logra contestar las preguntas del pensamiento. No es por nada que ambos son cómplices callados de la palabra.
Hoy conservo ingeniosamente todos sus mensajes, y los he guardado en un lugarcito especial de mi corazón, el que junto a mi recuerdo, siempre siempre están dándoles calor. Al fin de cuentas ella me amó tanto en palabras, que nunca se olvidó de amarme en actitudes.

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