Aquellos
que dominan las onomatopeyas del intelecto no necesariamente cabalístico y
mesiánico, dicen que el dolor físico siempre se produce por alguna razón y que
ello comúnmente nos aporta alguna enseñanza; y que a su vez también existe el
sufrimiento o el dolor psicológico… Como por ejemplo, el que nos causan los
políticos corruptos.
Con
todo, fuera de los actos nada urbanos de estos individuos públicos, tenemos que
el sufrimiento tiene su origen en la propia reacción ante los hechos y no en la
realidad de lo que está ocurriendo. No lo produce la realidad, sino la mente en
la que se arraiga el deseo, la exigencia, los prejuicios, los miedos, y todos
los demás etcéteras adjetivados o no. Por ejemplo, si vamos al campo, llueve y
nos enfadamos, la causa del enfado no está en la lluvia, sino en la propia
reacción, porque se han contrariado los propios planes y deseos.
Pero
también existen otros ejemplos más tangibles y temporales, como llega a ser el
caso de un argelino que acaba de demandar
por “sufrimiento psicológico” a su flamante esposa, luego de él verla por
primera vez sin maquillaje.
Toda fémina
que no fue tocada por la mano de los dioses del universo en el quesito belleza,
sabe muy bien que un poco de maquillaje puede ayudar a que su rostro se vea más
bello, resaltando así virtudes ocultas y escondiendo las imperfecciones que la madre
naturaleza le facilitara tan ensañadamente.
Sin embargo,
si el maquillaje es usado en exceso, él puede acabar por transformarse en una
suerte de máscara o impostura… Y cuanto a esto, creo que algo así le sucediera
recientemente a una mujer argelina.
Para
facilitar la comprensión del intelecto lector, añado que según lo consigna el
periódico “The Mirror”, un
hombre de Argelia, cuya identidad no fue revelada, tomara la determinación de abandonar
a la mujer con la que acabara de casarse, y no satisfecho presentara una
demanda judicial contra ella.
El informe
parece algo vago dicho así, en seco, por eso aclaro que la crónica del
periódico refiere que el novio nunca había visto a su compañera a “cara
lavada”. Y a juzgar por su reacción, la diferencia entre la dama maquillada y
en estado natural resultó ser extremamente grande. En su relato, el sorprendido
cónyuge asegura que al toparse con su mujer en tal situación, no fue capaz de
reconocerla y creyó que una desconocida había entrado a robar en su
apartamento.
Conforme
informa una fuente al canal noticioso “Emirates247”,
el novio le dijera al juez en la audiencia, “que no pudo reconocer a su mujer
una vez que ella se quitara el maquillaje”, y acrecentara que “ella era bella y
atractiva antes de la boda, pero cuando al día siguiente la vio 'al natural' se
asustó al pensar que era una intrusa”… Por lo que es de imaginar que la fiera
mujer no conocía el viejo refrán que dice: “Aunque la mona
se vista de seda, mona se queda”.
Y es de figurarse
de qué tamaño habrá sido el susto del arrepentido esposo, que éste no dudara en
iniciar una querella por “sufrimiento psicológico” y ahora pide una
indemnización de aproximadamente 21.000 dólares… Una verdadera pichincha, si
comparado con lo que él tendrá que pagar a un psicólogo para recuperar la
tranquilidad.
Maquillado
final, concuerdo, pero, como todo acicalado leyente puede apreciar, todo lo
mencionado no pasa de un Cartesianismo geológico y sólo eso: un puñado de
bobadas, montañas metamórficas, cordilleras
de moléculas proteicas, ónixcientes menudencias, y nada más… ¡Faltaría
descubrir cuál es el ónix de la cuestión, evidente!
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