Por favor… ¡No
la mates! ¿No percibes que sin magia ya no existirá más nada? Si la matas, ya
no habrá entonces sueños, ilusiones, utopías o delirios.
Sin ella ya no
existirán los cuerpos furtivos y candentes ocultos e íntimos entre las sumisas y
arrugadas sábanas de la noche. Las dóciles almohadas ya no lograrán sofocar las
esperanzas y los suspiros, ni tampoco acopiarán entre sus suaves texturas perfumes
y fragancias de cuerpos fatigados e gimientes. Si matas la magia, matarás junto
a ella las margaritas de la duda que tanto deshojan en la madrugada los amantes
inseguros.
Acredita en ella tal como es, contraria al sueño de la razón que sólo
nos llega para producir sus monstruos y a nuestras espaldas imaginar una
bandada de aves nocturnas que nos rodean con sus picos amenazantes, batiendo
alas como si fuesen enormes fantasmas.
Mi mundo era exactamente
así, hasta que de repente un día llegaste tú, con mucha luz, y no te importó
que tan oscura estaba mi vida, y te quedaste ahí, a un ladito mío, alumbrándome
con tu hechizo de maga, con tu risa alegre de buhonera de la felicidad, con tus
besos de aguamiel, con tus ojos de luna, como alma fascinadora que emerge de la
nada.
Evoco en
puridad aquella tarde en que te conocí con claridad, y sin embargo no recuerdo
haber sentido algo especial. No tenía idea lo que pasaría después. No sabía lo
cuanto llegaría a amar tus manos, esas manos que se entrelazan con las mías, ni
tampoco sabía que llegaría a disfrutar tanto escuchar tu voz cada vez que ella
me relata tu día a día.
En un primer
momento éramos tan sólo dos extraños, dos personas que se encontraron por
coincidencia, pero que luego se enamoraron… Juro que yo no quería enamorarme, pero viniste
tú, con esa sonrisa, con esa mirada dulce, con esa personalidad encantadora, y sólo
sé que sin ti magia ya no puedo vivir.
Nenhum comentário:
Postar um comentário