Por el rumbo que ha ido tomado las cosas, pienso que nos está
haciendo falta algo esencial en este mundo loco en el cual nos ha tocado vivir.
Presumo que a causa de todas las realidades mundanales que de ordinario irrumpen
la existencia del más desavisado, convendría que existiese la figura del “abrazador
profesional”, un individuo que sea experto en su labor y que actúe al igual que
los médicos de cuerpos o de mentes.
En éste caso en particular, no se trataría de un
individuo apto para curar una insanidad cualquiera, sino más bien de alguien a
quien podríamos recurrir de vez en cuando, justo en esos momentos que muy bien
nos vendría un abrazo que nos acomode un poco, que nos dedique, aunque más no
sea sin emoción, uno de esos apretones de quebrar costillas, para que él nos
haga ver que no estamos tan solos, ni tan locos, ni tan rotos.
Es más que evidente que los abrazos y el contacto físico son importantes para nosotros, los seres humanos, ya que
todos somos muy dispares y gozamos,
sobre todo, de un
amplio abanico de diferentes emociones. Por tanto, no hay sorpresa alguna en
que
existan
tantos tipos diferentes de
abrazos. Consecuentemente, hace
sentido que cada tipo de
abrazo revele mucha información
sobre la relación
entre los
dos que se abrazan.
Pero
no todos tienen quien,
más allá del lenguaje verbal que tenga esta
palabra, con quien a veces lograr ponerlo en práctica. La lengua de los abrazos no entiende de
idiomas, es una lengua universal, es un modo de comunicación no verbal muy
necesaria para el ser humano y su bienestar.
Esos doctores en “abrazoterapia” a quien me refiero, se ocuparían de poner en
práctica esta forma de decir un verdadero “te quiero” sin la necesidad de contar,
por el motivo que fuere, con quien nos lo diga. Estos doctos nos servirían para demostrar afecto y limpiar nuestra alma,
ya que todos poseemos corazón y sentimientos, y debemos alimentarlos con algo
de afecto.
Los escépticos dirán que en algunas culturas
abrazar al prójimo no está bien visto, ya que abrazando se demuestra la sensibilidad, y el acto parece un roce
demasiado carnal.
No disiento de ellos, pero lo cierto es que abrazar nos ayuda a sentirnos mejor
interiormente, algo necesario
para que la mente y el espíritu se mantengan en buena forma más allá de
este punto de vista tan anticuado; y porque el hecho de abrazar a alguien es algo
muy necesario: nuestra mente y corazón lo necesitan, pues al tocarnos, los sentidos se agudizan y ejercitamos
los músculos.
Además, cuando abrazamos, aliviamos la ansiedad y los estados depresivos, y
esto ayuda a dar confianza al que está necesitado. En definitiva, si no hay
quien nos los de, recurriremos al abrazador, quien nos ofrecerá mucho a cambio
de nada.
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