Si tú pudieses venir hoy, te prepararía un café con sabor
a luna llena, y me sentaría frente a ti para contarte sin prisa cuál es la verdadera
causa de mis desvelos.
Es que tú y yo es algo así como si estuviésemos juntos de
a pedazos, de a rato, a fuerza de parpadeos, de sueños desatinados en los
cuales mientras yo me entrego al sueño tu alma se escapa, viene y se refugia junto
a la mía, cuando andariegas y unidas trajinan y vagan por los pasillos de
nuestros sueños, se enlazan y enamoran mientras pasean descalzas entre naranjos
en flor.
Sin embargo, tu puedes advertir que lo mío no es un amor supuesto,
un emoción que ha surgido por causa del flechazo de algún cupido distraído, donde
tu presencia es lo que menos importa porque eres parte de mi fantasía.
Créeme, lo mío es un amor real, un amor sin piedad y
virtud que no busca reciprocidad y no se engaña, porque al conocer tus
defectos, aun así te quiere.
Por las noches, al acostarme, apago el
ruido de afuera y enciendo la música de mi interior, para entregarme a contar con
mis dedos cada uno de tus lunares antes de ponerme a bailar en sueños la noche
entera, abrazados los dos bajo un cendal de guirlandas de estrellas, llevándote
aferrada junto a mi torpe corazón mientras aguardando que la madrugada muera en
la aurora como la luna muere en el sol.
En mis sueños quiero, sólo quiero, que me
abraces y en silencio me digas todo. Sin reclamos, sin pasado, sin nada de lo
que te lastima o nos lastima. Sin nada ni nadie que interrumpa nuestro idilio.
Y ya ves, nada puedo hacer
si tú no vienes. Contra eso, nada puedo
hacer, vida mía.
Nenhum comentário:
Postar um comentário