Bajo ningún
aspecto considerable, el calentamiento global puede convertirse en algo bueno.
Lo que en verdad es muy diferente al tipo de calentamiento que los
recalcitrantes bípedes pensantes vienen sintiendo desde que surgieron película
como “La naranja mecánica”, “Nueve semanas y media de amor”, y avivado recientemente
con los incoloros “50 tonos de gris”. Es en el celuloide donde quizás el amor
es transformado en energía así como también es insaciable y hedonista.
Con respecto
al otro caldeo, estudiosos afirman que en algunos momentos sus efectos pueden
ser fascinantes. Primordialmente para personas que son fisuradas en la historia
de nuestro planeta y no en lo que ocurre en la horizontal y entre cuatro
paredes.
De acuerdo con el entendido Bjorn Lomborg, las ideas útiles para frenar
el cambio climático son políticamente incorrectas, ya que existen falacias
reiteradas como las energías renovables, eficiencia y biocombustibles.
Con todo, el clima de nuestro planeta es tan dinámico como lo es su forma
esferoidal. La comprensión absoluta de los cambios en su atmósfera, tierra y
océanos es complicada, por lo que el tema se presta a malos entendidos y mitos…
Ni que decir de sus habitantes.
Estos mismos pensantes dicen que los cambios climáticos del pasado sugieren
que nuestro clima reacciona a la entrada y salida de energía, de tal manera que
si el planeta acumula más calor del que sale, las temperaturas se incrementarán.
El origen de este desbalance de calor es lo que difiere… Que es realmente muy diferente
de ese otro calorcito que mencioné al inicio.
Retornando
al punto pendiente de las fascinaciones causadas, es exactamente eso que
aconteció en un pequeño pueblito de Italia. Cuentan que un morador de Peio, ciudad
que queda a los pies de una gran montaña -que no debemos confundir con aquella
que se negara ir hasta Mahoma-, descubrió cuerpos momificados que acabaron
siendo revelados por cuenta del deshielo acelerado de la nieve en la región.
Al correr la
cortina -que en realidad no era de tela y sí de nieve-, se sabe que en las
expediciones realizadas por Maurizio Vincenzi, el responsable por la mayoría de
los descubrimientos, fueron encontrados diversos cuerpos de soldados y objetos
que pertenecían a ellos. Se trata de la revelación de quienes participaron de la
llamada “Guerra Blanca”… Hoy esa incolora guerra se traba contra colombianos,
bolivianos, mexicanos y otros tantos puebleros que exploran comercialmente el psicodélico
talquito blanco.
Volviendo al
punto anterior, ese antiguo confronto entre italianos y austríacos aconteció
justamente al pie de esas montañas de Italia y ocurriera en temperaturas
extremamente frías. Por tanto, no es de extrañar que todos los hombres
congelados que fueron encontrados ahora estuviesen en perfecto estado de
conservación.
Y mucho más
que soldados pertenecientes a esa guerra, Vincenzi encontró también diversos
combatientes de la Primera Guerra Mundial, todos ellos en el mismo estado escarchado
y duro. Junto de estos estaban inclusive diversos objetos de la época que fueron
recogidos por especialistas y ahora están siendo debidamente estudiados… Ya que
no se sabe si eran espejitos, cuentas coloridas, cascabeles y otras baratijas artesanales
que Colón y sus secuaces seguidores tenían por costumbre canjear con el inocente y casi tonto nativo.
Mismo así, ese
tipo de expedición, inclusive, puede ser un punto decisivo para una mudanza
gigante en la arqueología mundial. Diversos arqueólogos garanten que ya es hora
de que se crie una vertiente glacial que explore el hielo en todo el planeta
-no solamente en cubitos-. Para ellos, diversos secretos de la humanidad de millares
de años podrán ser encontrados de esa forma… Duritos nomás.
Por no haber
nada peor que permanecer en la Impasividad, es ocasión de recordarle al lector
que los zapatos de piel de saco de chivo usados por la masonería se dañificaban
durante sus andanzas nocturnas realizadas para enfrentar el caos urbano con sus
malezas pequeño-burguesas, por lo que necesitamos reconocer aquella penuria
existencial predicha por Wendell Phillips, para quien todo artista ha de
encontrar siempre su Waterloo… ¡Resfriado final!
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