¿Ya se preguntó por qué las personas que daban la impresión de ser
bastante racionales antes del divorcio, se tornan maníacas completas e
hiperdefensivas cuando el proceso de separación y divorcio comienza? Puede que no
sea exactamente su caso, pero resulta asombroso observar como parejas que
concordaron en divorciarse respetuosamente, de repente se transforman en furibundos
enemigos íntimos.
A bien verdad, no es de asustarse ya que este comportamiento “maniático” es
muy previsible y normal en tales circunstancias. Evidente que esto no es una disculpa,
pero al ver como los otros se postran de rodillas ante este tipo de situación,
es justamente cuando uno comienza a entender mejor lo que causa tales comportamientos,
y alcanza un razonamiento que hace posible realizar elecciones más saludables y
abordar los sentimientos de manera diferente.
El sitio “Your Tango” se ha encargado de listar cuales son los gatillos que
hacen que las personas se comporten así durante el divorcio. Pienso que vale la
pena que el lector se entere, ya que nunca se sabe. ¿Quien dice mañana le resulte útil saberlo?
La decepción y las
expectativas que no fueron atendidas - Cuando decimos
“sí”, uno crea varias expectativas sobre como el casamiento será. Pero tal vez uno
nunca tenga compartido esas expectativas con alguien que realmente diese sus
votos en el altar. Es que muchas veces no articulamos nuestras expectativas específicamente
porque acreditamos que la otra persona ya debería saberlo. No en tanto, nadie más
habita en nuestra cabeza más allá de nosotros mismos.
El gran desafío del casamiento es colocar las expectativas de la pareja cuanto
las de uno mismo sobre la mesa, y enseguida trabajar en conjunto para crear acuerdos
mutuos y una visión de cómo el casamiento ira realmente funcionar.
El miedo de la
mudanza - No de los
muebles, claro. Me refiero a que durante los periodos de inmensa y drástica
mudanza (como suele ser el divorcio), nuestro cerebro entra en modo de sobrevivencia,
pronto para pelear o retrucar por lo más mínimo.
Si nuestro miedo es perder el status (social, financiero, etc.), un sentimiento
de incerteza sobre el futuro, una preocupación de que uno no pertenecerá más a
su círculo social, o apenas un sentimiento de injusticia, la parte de su cerebro
que es ligada a la resolución de problemas no consigue hacer su parte. Es ahí
que uno entra en pánico.
La salud también queda más susceptible a problemas, y nos deja propenso a privarnos
del sueño y tener baja resistencia justamente en el momento en cual uno está
tomado por montañas de papeles extremamente importantes, decisiones, y detalles
que hacen parte del divorcio.
Se sentir
impotente y fuera de control - Es que en la vida normal, uno está acostumbrado a ser competente y
responsable, pero ahora está siendo empujado para lo desconocido, sin saber cómo
hacer las cosas derecho en el proceso de divorcio (y en su nueva vida después de
la separación). Uno está siendo forzado a tomar decisiones importantes de
última hora y sin tener tiempo para pensar mucho. Para eso existe el abogado (¡caro!)
a ser contratado: ¿al final, quién ira a ayudarnos con los aspectos legales? Pero
la contratación de un abogado puede ser vista por la otra parte como un ataque;
o de haber elaborado una estrategia que ahora conduce a la guerra.
Como la comunicación es mala, uno se siente impotente e incapaz de
controlar totalmente las cosas que afectan profundamente nuestra vida. Pero uno
necesita confiar en su abogado, así como responder las preguntas de los otros
familiares e hijos sobre todo lo que está aconteciendo. No es de admirar que en
esos momentos las personas queden como en las nubes.
Un censo de derecho - Dividir en dos partes todos los bienes (y memorias
asociadas) que los dos adquirieron con mucho sudor, equidad y dinero batallado
puede parecer una transacción comercial rencorosa. Cada uno de los dos tiene un
censo de propiedad y usa palabras como: “eso no tendría acontecido sin mi esfuerzo”,
lo que deja claro que las decisiones ahora están dominadas por las emociones, y
no por la razón de solucionar los problemas. Y si uno tiene hijos, es probable
que exista una enorme sensación de culpa y preocupación, y la experiencia de
divorcio podrá afectar a estos. Pueden hasta pensar que es culpa de ellos que sus
padres se estén separando. Los menores acaban sufriendo también y eso complica
aún más la situación. La batalla de ego trabada entre uno y la otra parte en la
busca de “justicia emocional” acaba aumentando cada vez más.
Claro que estas son algunas de las razones -ínfimas- por las cuales las personas
pierden la compostura cuando se están divorciando. Por eso, mi leyente amigo/a,
es sumamente importante que coloque siempre las cosas en perspectiva y mantenga
la calma, para que después no acabe pasando por una situación que le causará falta
de confort y tristeza en el futuro… Aunque una pléyade diga que será de intensa
alegría… ¡Habría que verlo!
(*) Visite el blog “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”, http://guillermobasanez.blogspot.com.br/...
Libros y
e-book disponibles en: Livraria Saraiva: www.saraiva.com.br; Livraria Siciliano: http://www.siciliano.com.br; www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante; y en: Plataforma
editorial Bubok: www.bubok.es/
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