He leído en algún lugar, que “azar” es una palabra procedente del árabe que designa el juego de los dados. Así
como alguien me ha dicho -no recuerdo quién debido al desgaste de mi materia
gris-, que el ciego azar se opone a la inteligencia lúcida, principalmente
porque para afirmar el azar es necesaria una inteligencia.
Pero se me
ocurre preguntar: ¿de dónde procede
nuestra inteligencia lúcida capaz de definir y precisar el ciego azar?
Del azar,
sin duda, no procede, mi suertudo leyente, puesto que éste es ciego. Por tanto,
no puede proceder más que de otra inteligencia superior, como la chispa que
salta de una gran hoguera.
Ciertamente
el azar puede responder excepcionalmente a un orden pasajero -por ejemplo, “he ganado en la lotería”-, pero
no puede explicar una armonía general y permanente, como la que nos encontramos
en el mundo, en nuestro propio cuerpo o en nuestro espíritu.
Dejando de
un poco de lado estas aparentes filosofías de la casualidad, lo que hay que
agregar, es que parecería que el simple y
viejo azar tiene un papel importante en determinar quién contrae y quien no
contrae cáncer, de acuerdo con lo mencionado por algunos avizores investigadores
que descubrieron que dos tercios de la incidencia de carcinoma de varios tipos
tienen arranque en las mutaciones aleatorias, y no a causa de factores hereditarios
o hábitos de riesgo.
Los investigadores
afirmaron que mutaciones aleatorias de ADN acumuladas en varias partes del cuerpo
durante divisiones de rutina en las células, serían las principales culpadas
por muchos tipos de cáncer que nos acometen.
Para
alcanzar tan conclusiva tesis, estos examinaron 31 tipos de cáncer y descubrieron
que 22 de ellos, incluyendo leucemia, cáncer de páncreas, de huesos, en el cerebro,
en los testículos, en el ovario -salvaguardando que estos dos últimos nunca se
dan en una misma persona-, pueden ser explicados en gran parte por esas mutaciones
aleatorias, esencialmente el azar biológico.
Por su
vez, los otros nueve tipos, entre ellos el cáncer de piel y de pulmones, son más
influenciados por factores genéticos y ambientales, como los hábitos de risco
que cada persona mantiene.
En general, estos
estudiosos terminaron atribuyendo el 65 por ciento de la incidencia de cáncer a
las mutaciones aleatorias en genes… O sea, puede ser culpa de nuestros padres,
del panadero, del lechero, del cartero, y hasta del vecino. ¿Quién sabe?
Dejando de
lado esas preocupaciones con nuestro origen biológico, el médico Bert
Vogelstein, de la “Escuela de Medicina de la Johns Hopkins University”, Estados
Unidos, que participó del estudio publicado en el periódico “Science” junto con
el biomatemático Christian Tomasetti, informó: “Cuando alguien contrae cáncer, las
personas inmediatamente quieren saber el motivo”… “Ellas quieren acreditar que existe
una razón. Y la razón en muchos casos no es el hecho de alguien haberse
comportado mal o haber sido expuesto a una influencia ambiental nociva. Es solamente
porque la persona tuvo azar... Es como perder en la lotería o a la ruleta”… “Luego,
debemos focalizar más investigaciones y recursos para descubrir maneras para
detectar esos tipos de cáncer en etapas iniciales, curables”, acrecentó.
Aprovechando
la deja, Tomasetti testificó que mutaciones dañinas no ocurren debido a una razón
en particular. Y afirmó que el estudio indica que mudar de estilo de vida puede
prevenir ciertos tipos de cáncer, pero puede no ser eficaz para otros…
Por tanto, a
buen entendedor basta, pues si por acaso las uñas se le ponen negras, el hecho
de usted rascárselas todo el día puede ser perjudicial a sus dedos, pero si
para de hacerlo, luego tendrá inconveniente con sus criadillas… ¡Lo que no
sería puro azar!
(*) Visite el blog “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”, http://guillermobasanez.blogspot.com.br/...
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