Preciado
lector, no me pregunte si esta historia ocurrió en Beirut, en alguna ciudad de
Siria, de Irak, o en los alrededores de aquella región donde los conflictos ya
son parte de la vida diaria de todo viviente.
Lo único que
puedo afirmar, es que a un grupo de yihadistas que integran el delirante Estado
Islámico se le ocurrió pedir rescate por la vida de un ciudadano español
originario de Galicia que lo tenían secuestrado.
Durante
algunas semanas, los integrantes del grupo debatieron democráticamente como
deberían proceder con su reivindicación, por lo que finalmente decidieron que
lo más conveniente era mandar una caja a la casa de la madre del joven gallego
que, evidentemente, vivía en un pueblo de aquella comarca.
Semanas más
tarde, cuando la señora abre la caja que el correo le entregara, pensando que
contenía algún regalito de su hijo, encuentra dentro de ella un dedo y un papel
conteniendo una frase sucinta que decía:
-“Tenemos a
su hijo, depositen 100.000 dólares en esta cuenta bancaria”.
Sorprendida
con tan desatinado contenido, la mujer arroja el billete a la basura y decide
no pagar y enviarles una carta que explicaba:
-“Ese dedo
puede ser de cualquiera, necesito más pruebas”.
Agobiada, ya
que más algunas semanas se pasaron durante el intercambio de las correspondencias,
la madre se tranquiliza un poco cuando un día finalmente recibe otra caja,
ahora conteniendo un brazo.
Tampoco se
sorprendió con el contenido, por lo que resuelve enviar otra carta donde exterioriza:
-“Ese brazo
puede ser de cualquiera… Quiero más pruebas”.
Nuevamente
transcurren varias semanas entre el canje epistolar de la señora con los
yihadistas. Sin embargo, ansiosa, como toda madre lo es, un cierto día esta ve
llegar al cartero que traía en brazos una caja mayor.
Luego de
abrirla, encontró dentro un ojo, una oreja y un pie, junto a un papel que indicaba
con letras mayúsculas:
“Vieja de
mierda, ahí tiene todas las pruebas, ahora deposite el dinero”.
Luego de
leer el billete, la mujer solamente dejó escapar una sonrisa irónica, pero la
hermanita del secuestrado, que en ese momento estaba junto a su madre, le apunta
con voz embargada y enfática:
-¡Mamá!…
Deposita ya el dinero… ¿O todavía tienes duda?
La mujer dio
de hombros, cerró la caja y la apiló con las anteriores. Cuando se dio por satisfecha,
se dio vuelta y le comentó a la hija:
-No seas
tonta hija… ¿No te das cuenta? Dos cajas más y lo tenemos de nuevo en casa.
(*) Visite el blog “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”, http://guillermobasanez.blogspot.com.br/...
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