Muchos
autores como el norteamericano Carl Sagan, ya se han preguntado por qué la
gente busca y crea misterios donde no los hay, y no prestan más atención a
otros reales e igual de fascinantes. Evidente que a esta interrogación le caben
varias respuestas a falta, quizá, de teorías más firmes, puesto que la
utilización del misterio o el falso misterio en bien de unos pocos, en
ocasiones incluso por puro ego personal de querer aparecer en los medios, puede
llegar a ser negativo para la Ciencia y el Conocimiento.
El propio
Robert Chapman afirma enfático cuando se refiere a la arqueología, que: “Una de
las cosas fascinantes de la arqueología, es que cada año otro grupo o individuo
sin entrenamiento o conocimiento crítico en la referida disciplina, se siente
autorizado a emitir opiniones que llegan a programas populares de televisión pero
escandalizan y desalientan a los arqueólogos profesionales. Nosotros ni
soñaríamos en marchar hacia terrenos como los de la ingeniería o la
neurocirugía, y manifestar haber hallado la solución a problemas que ciertamente
desconcertarían a quienes investigan esas disciplinas. A su vez, libros sobre
continentes perdidos, sobre la Atlántida, sobre la adoración prehistórica de
diosas, llegan a mucho mayor número de personas que nada de lo que es publicado
por los arqueólogos profesionales. El pasado resulta así apropiado, nos guste o
no, y deberíamos movilizarnos en favor de la racionalidad y de lo que sabemos y
podemos demostrar sobre el pasado”.
Pues bien, un misterio
no es más que aquello que no se puede
explicar, comprender o descubrir. Más bien, se trata de algo reservado,
secreto o recóndito. Pero resulta que las personas tienen tendencia a
interesarse en los misterios como algo
inaccesible ya que, en caso de ser revelado, perdería su atractivo. Esto
quiere decir que cuando un misterio es explicado, pierde su condición de
misterioso. Por ejemplo: la policía encuentra cinco cadáveres mutilados y no
tiene pistas sobre el responsable. La gente considera que el caso es un
misterio y elabora todo tipo de teorías… Muchas de ellas sobre la propia
policía.
Siendo
así, propongo retroceder cinco siglos para ubicarnos en el tiempo de Colón y
sus famosas carabelas, ya que algo ha quedado incomprendido desde aquel tiempo… Me corrijo: ese misterio acaba de ser
solucionado por arqueólogos hace algunas semanas en los Estados Unidos. El caso
remonta a una fecha entre 1587 y 1590, cuando moradores de una colonia inglesa
en la isla de Roanoke habían desaparecido por completo como arte de magia, dejando
atrás de sí apenas la palabra “Croaton”, escrita en un árbol.
En una
investigación que fue publicada recientemente, los estudiosos de la “First
Colony Foundation” dieron fin a esa enigmática duda secular. Para ellos, esta
población probablemente se integró a los nativos del condado de Dare, actual
Carolina del Norte. Pues bien, su teoría ha sido confirmada ya que fueron
encontrados objetos del grupo en localidades distantes a 80 kilómetros de
Roanoke.
John White -que
ni de cerca es pariente de John Wayne- llegó al local en 1587 en una misión para
nada bucólica, y allí dejó a Dios verá a un grupo de colonos, entre ellos 90
hombres, 17 mujeres y 11 niños. White volvió a Gran Bretaña y retornó a la isla
en 1590, cuando no encontró a ninguno de los supuestos moradores.
En 2012, el
Museo Británico encontró un mapa confeccionado por White, en el cual éste indicaba
la existencia de una fortaleza en la isla. Los investigadores fueron entonces
al local y encontraron diversos artefactos datados del siglo XVI, desde herramientas
de metal a piezas de cerámica y espadas… Esqueletos, que es bueno, nada.
En todo
caso, la prueba de la presencia de los colonos en la fortaleza sumada a la inscripción
de la palabra en el árbol, llevó a que los especialistas concluyesen que os
habitantes llevados para la isla de Roanoke por John White, realmente se aunaron
a los indios Croaton -evitando que se los comiesen crudos-, y se desparramaron
por el territorio.
¡Patético!,
como todo lo que acontece hoy día, pues supongo que una vez dentro de la
fortaleza, ellos habrán hecho como Howard Carter que, maravillado con la
picareta forjada por Vulcano, se puso a cavar y terminó descubriendo una
antigua prisión local, y luego exhumó un legítimo y pútrido intestino político
que, según mis cálculos, estuvo preso durante años… ¡Misterioso!
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