Debes suponer,
mi dulce y sensitiva niña, que el infinito nunca será por demás distante e
inalcanzable, si tú admites por un instante que tus sueños e ilusiones
nocturnas vuelen hacia él en un serafín alado.
Alma de mi
alma, hoy eres todo perfume de flor. Tu tibia piel posee la penetrante
fragancia de mil rosas, junto al dulce aroma del jazmín que desabrocha en la
primavera de la vida.
Puede que
tú no lo sepas aun, pero llevas preso a tu cabello el efluvio de los claveles
del amor. De hecho, el estar a tu lado es como si caminase en una pradera de
miles de celestes lavandas afloradas.
Disculpa el
ardor de mi voluntad, hechicera de mis horas, pero te suplico de rodillas que permitas
que mis manos, en este momento atrevidas y codiciosas, se ahuequen durante un largo
instante en tus rosadas mejillas, y que mis labios, que hoy son de mármol,
toquen mil veces tus labios de almíbar y arrope, para que el beso que te
entregan sea la caricia suave de una brisa de esplendor que mima la frescura
del rosedal.
Confieso, dulce
niña de mis aturdidas quimeras, que tus bellos ojos color de miel, tu sonrisa
de querubín, y la dócil cadencia de tu voz, es lo que me provoca alucinaciones
de aguamiel.
Deja, hada
de mis sueños, que mis anhelantes y trémulas manos se entreguen, esperanzadas
que están, a explorar entre caricias el terciopelo dócil que cubre la piel de
tu cuerpo. Concede a este torpe penitente del amor, a que sus dedos ambiciosos
se deslizan leves y tibios sobre tu cuerpo de seda.
Aprecia
como mis ojos, bajo párpados humildes, te aman silenciosos con la mirada… Y
notarás que junto a su tácito observar, mis labios sedientos ahogarán ahora su
sed de amor en tu boca de almíbar.
Con tu
anuencia, miles de veces mis tiernos besos de amor y mis suaves caricias de
pasión colmarán tu alma de un delirio sinfín, haciendo que el nirvana entero se
postre a tus pies.
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