domingo, 21 de agosto de 2016

Te Llamaré Vida


Cuando tú requeriste, con voz severa, que nunca más te llamase Gaby, tu nombre, necesité expresar, decepcionado, que eso sería imposible, pues era para mí una designación cariñosa por la cual te identificaba como planta, flor, piedra, joya o vino, de algo que nace de la tierra para durar eternamente.
No era más que un nombramiento dentro de una palabra encerrada y de cuyo crecimiento de pocas letras amanece y florece la dicha como botón de jazmín en primavera, o de cuyo estío revienta la luz de los cerezos en flor.
Escasas letras que en oídos perceptivos y apasionados habrían de sonar como remansos de un río que corre perene sin detenerse, tortuoso reguero de aguas serenas que en mi corazón ardiente desemboca y nutre.
Violeta coronada de espinas, nombre de enredadera que florecisteis en mi jardín, de cipos canasteros de una pasión incontenida, hiedra de madreselvas y soto de malvones que anunciaban a mil voces la fragancia del mundo, recordad que el delicado ramillete de amores y cariños que te entregué un día, tu abrupta indiferencia lo has convertido ahora en ramo de sombra y flores marchitas junto al frio silencio nocturno.
Tu infame desidia lo ha convertido a exprofeso en un manojo florido sin fragancia que más se iguala a piedra con espuma, a sortilegios de espinas como espadas, a corona de cólera y estrellas sin puntas, a luna sin brillo, a una playa sin mar, a día sin sol.
Lo cierto es que ahora tremió la noche pavorosa sobre mi alma, y la aurora ya no llenará todas las copas con su embriagante vino, ni el sol reinará mis días con su presencia ardiente. Fui herido de muerte sin comprender que había encontrado el amor en tu territorio de besos y volcanes.

Te permito que dudes si son de fuego las estrellas, que el sol se mueva, que la luna sea de plata o que la verdad sea mentira, pero no desconfíes jamás lo cuanto te amo.

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