Aun se Vive la Truculencia Policial

Algunas veces, al intentar componer y adecuar un relato cualquiera para que lo absurdo pueda parecer lógico, o que la incoherencia aparezca como una rectitud perfecta del Hombre, o tal vez que la flaqueza se pueda mostrar como una fuerza, o hasta la humillación una dignidad, o el temor satisfacción, se hace difícil poder fantasear los hechos, pues tanto vale lo que fuimos como lo que deberíamos haber sido, aunque debo reconocer que saberlo, exento de culpa y limpio de sospechas, con delicadeza y tacto, seguramente con eso ya habremos recorrimos la mitad del camino con la máxima discreción.

Empero, en ciertos momentos parece que nos faltan fuerzas para encontrar los vocativos correctos que deberíamos emplear. La fórmula escrita no admite medios términos, distancia o proximidad afectiva que pueda tender a una determinación radical que, en ciertos casos, acentúa el carácter de los protagonistas y acaba por ser siempre, y en cierta manera decisiva, un modo de relación paralelo a la relación real, divergentes.

Por tanto y sin más preámbulos, le diré que a una mujer de carne y hueso se le ocurrió realizar una denuncia por violencia de género en una lóbrega comisaría de un barrio de Buenos Aires, y resultó golpeada por uno de los efectivos que se encontraba en la dependencia policial, una melancólica escena que pudo filmar su hermana con su teléfono celular.

Llega a sorprendernos que éste sea un hecho reciente, cuando pensamos que ya se había dado por encerrado el uso de la práctica truculenta por parte de los agentes de la ley, una actitud tan inexorablemente explorada en las décadas en que a los Hombres de uniforme verde oliva les gustaba sentarse en el sillón presidencial de dicho país. 

Sin embargo, el presente hecho que narro con disgusto ocurrió hace muy pocos días en el partido bonaerense de San Fernando, al norte de Buenos Aires, y ha quedado registrado para la posteridad por el celular de la hermana de la mujer golpeada.

Conforme lo informó el diario “Clarín”, la mujer, que se llama Sandra Cabo, llegó a la comisaría 4ª de Virreyes para denunciar a su hermano que, según detalló la víctima, la habría golpeado y es un delincuente habitué.

No en tanto, el policía que la atendió -el que ya fue separado de su cargo junto con el otro efectivo que aparece en el video-, por alguna razón no justificada se negó a entregarle una copia de la denuncia a Sandra, y allí nomás comenzó la agresión.

La hermana de la mujer golpeada llegó a relatar: “Cuando Sandra le pidió una copia de la denuncia, el comisario le dijo: ¿qué querrás ver vos?... Y no le dio nada”. Tras una breve discusión, tal cual se puede ver en el video que ella filmó, el policía toma por el cuello a la mujer reclamante y la retiene en el piso.

Para colmo, el policía, no satisfecho con su cobarde truculencia, detuvo a la denunciante que quedó acusada del delito de “resistencia a la autoridad”, aunque luego ésta recuperó su libertad.

“No es común que a alguien lo agarren del cuello cuando va a hacer una denuncia. Hacía rato que no veía algo así. Después del video, la hermana fue arrodillada y la siguieron golpeando… Hasta le apuntaron con una escopeta”, comentó al canal de noticias “TN”, Martín Rodríguez, el abogado de la mujer, quien contó que la familia relata que existe un cierto vínculo espurio entre el hermano de la defendida y el policía.

En todo caso, uno no puede olvidar que la necesidad de creer en lo mejor es tan imperiosa como la de vivir. La comprobación diaria del sol saliendo cada mañana es la confirmación de que todo es posible, lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor, y hamacándonos en esa milagrosa experiencia que nos devuelve a la realidad después del sueño, sueño no siempre apacible y muchas veces surcado por inquietudes, por comportamientos absurdos y de preguntas sin respuesta, quizás es donde encontramos el sentido último e irrenunciable que nos impone el privilegio de ser racionales… ¿No está de acuerdo?

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