Ateniéndome
a lo que informó recientemente el diario español “ABC”, percibo la confirmación
científica de lo que ya se especulaba desde los tiempos de Matusalén. Es que esa
maniática virtud del humano de querer mantener
relaciones sexuales con frecuencia, parece que le mejora y mucho el rendimiento
mental y le permite aumentar la producción de nuevas neuronas, esas células
nerviosas que uno lleva escondidas en el cráneo y que poseen la capacidad de
excitarse y prolongar el impulso nervioso a otra neurona.
Profético
sobre el advenimiento que el destino nos reserva como hombres y sobre cómo
resolver, por un lado, la contradicción sobre el imperial acomodo del viviente,
ya que con ello menguaría ante sí mismo y ante el mundo, tanto material como
moralmente, y, por otro lado, la hipótesis de que ciertas partes acaben
marchitando antes de lo deseado, me pareció interesante saber quién los ira a
reconocer si se quedan como sencillos, tendiendo las manos humilladas hacia la
limosna del siglo.
En todo
caso, la resolución de tan filosófica cuestión virtuosa ejercitada por el
viviente con el máximo entusiasmo entre cuatro paredes y sobre el catre, se
debe más bien a que dos estudios, uno realizado en Estados Unidos y otro en
Corea del Sur, se encargaron en los últimos años de investigar el rendimiento
mental asociado a la práctica sexual… Mismo en los faltos de luces.
Así pues,
las investigaciones, conducidas en ratas y ratones, terminaron por concluir que
la actividad sexual abundante termina por aumentar la neurogénesis, es decir, que
incrementa la producción de nuevas neuronas en el hipocampo, que es justamente la
zona del cerebro donde se forman los recuerdos a largo plazo.
Por un
lado, el estudio estadounidense, que fue realizado en Maryland, llegó a la
conclusión de que “después de una exposición continua y a largo plazo a la experiencia
sexual, la función cognitiva mejoraba. Sin embargo, cuando se introdujo forzosamente
un tiempo de espera prolongado entre la experiencia de apareamiento y las
pruebas de comportamiento -algo parecido con lo que le ocurre a los menguados
de espíritu-, las mejoras en la función cognitiva se perdieron a pesar de la presencia
de nuevas neuronas”.
En otras
palabras, esto implica que para estimular la neurogénesis adulta, la práctica
sexual debe ser repetida lo máximo posible… Mismo no quedando claro que si para
cuando no hay pan, lo mismo servirían las tortas, o sea, que si a uno le falta
el complemento principal, eso de hacer uso manual del artilugio le resuelve la
cuestión.
En fin, no
sabiendo cómo le responder a esa interjección anterior, lo único que puedo
agregar, es que pocos meses después de realizado el estudio anterior, otro grupo
de científicos de la “Universidad de Konkuk”, en Seúl, queriendo descubrir los
entretantos del asunto, finalmente condujo su propio estudio, donde terminó encontrando
que la actividad sexual en los ratones contrarresta “los efectos negativos del
estrés crónico sobre la memoria”, esa facultad del intelecto por medio de la
cual cualesquiera retiene y se recuerda lo pasado.
Por otro
lado, es oportuno hacer constar que el leyente debe tener en cuenta de que
debido a esa sugestiva importancia que tiene el acto sexual, la memoria de cada
uno tiene la propiedad de fijar e integrar percepciones, de modo que quede
influido el comportamiento posterior, relacionado con dicha percepción… Caso
contrario, le estará dando chaces a la proterva enfermedad de Alzheimer…
Después no diga que no le avisé.
(*) Si
desea seguir la misma línea y enfoque de este Blog, dese una vueltita por “Infraganti!!!
Imágenes sin retoque”, un blog que contiene apenas instantáneas del cotidiano.
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