A bien verdad, no tengo la experiencia corpórea ni material que me
facilitaría poder afirmar tal sentencia, pero me arriesgo a decir que entiendo
que no debe ser nada fácil protagonizar el papel de mujer en este mundo. No en
tanto, si por una de esas tristes casualidades, esa hipotética fémina a que me
refiero tiene la mala suerte de vivir en China, entonces sí que la cosa muda de
figura y la cuestión de su figuración como género puede ser aún más difícil de
lo normal.
Para comprender mejor el punto, bastaría con decir que en la tierra de
la gran muralla las mujeres no pueden escoger la profesión que quieren ejercer y
sólo tienen acceso al 15% de las vacantes en algunas universidades, mismo que
ellas tengan las mejores notas. Tampoco existe libertad sexual o de opinión y son
obligadas a seguir las reglas impuestas por aquella sociedad milenaria, además,
claro, de no existir una segunda opción de vida que pueda ser considerada
segura.
En todo caso, si en el pasado las mujeres de por allá se fajaban los pies
para mantenerlos pequeños y seductores, hoy día las cosas mudaron un poco en cuanto
a la estética, aunque en realidad el objetivo final siga siendo el mismo: “ser
un objeto para el deleite masculino”.
Sin oportunidades de trabajo y carrera profesional, las mujeres chinas
pasaron a aceptar con facilidad la función de concubina, un oficio que en otros
países del occidente entenderíamos como siendo “una prostituta de un hombre solo”.
En realidad, ellas permanecen apenas con un “pretendiente”, pero el foco del
relacionamiento se debe al dinero que recibe y no al sentimiento por ese hombre.
Así pues, en China, tener una amante es algo muy común, las mujeres lo aceptan,
los hombres lo aceptan, la sociedad tampoco lo comenta ni tuerce la cara. Podría
decirse que la filosofía seguida por ellos durante mucho tiempo y que aún es
seguida por el 25% de los habitantes del país como si fuese una religión, lo aprueba
totalmente.
Pero la novedad hoy en día, mi meditador lector, es que esa amante clandestina
sea considerada un trofeo particular. Obviamente que eso de querer exhibir lo
que se tiene ya viene aconteciendo hace algún tiempo, pero querer tornar a la
mujer concubina uno de esos objetos, parece ser la nueva moda en aquella
sociedad de ojos oblicuos.
Así que un caso extraconyugal comienza, el hombre pasa a sustentar la
amante. Él le da joyas, ropas de marca, coche con chofer y todo lo demás que su
amante necesitar para tener una vida confortable. En contrapartida, esa adorada
clandestina deberá estar siempre pronta para salir con él, comparecer a eventos
empresariales y desfilar bien vestida y linda al lado de su novio/dueño.
Puede que un montón se esté preguntando por las esposas de esos
deslumbrados. Bueno, le diré que “bien, gracias”. Las esposas continúan en su casa.
Ellas se dedican a cuidar de los hijos, del día a día, preparar la cena, administrar
el hogar… Ese tipo de tareas fastidiosas que las amantes no cumplen. En todo
caso, el lujo de las amantes no llega hasta ellas, claro. Sin extravagancias, fiestas
o ropas increíbles, las esposas son consideradas como si fuesen una “ropa de casa”:
confortables, pero que no pueden ser usadas en una ocasión especial.
Evidente que no da para fingir que no vemos suceder la misma cosa en otras
sociedades colectivas. En cualquier lugar se puede observar a hombres de 50 años
-nada más por apuntar un número aleatorio- pagando universidad, apartamento,
ropas, coches y una vida lujosa para jovencitas de 20 y pocos años. Todas
lindas, educadas, viajadas, como conviene al caso. Por tanto, cualquier lector
acreditará que nada de lo que mencioné antes parece ser exactamente una novedad…
Mero engaño, mi amigo.
La novedad en sí, es la correspondencia de la sociedad chinea con esa
práctica de orgullo y ostentación. Y según los periodistas locales, todo eso es
muy bien acepto, y mencionan que esa corriente transversa llega a ser tan
grande, que hasta está causando cierto impacto en la economía.
Esa explicación hasta que sería comprensible, pues como las mujeres no tienen
otra opción para lograr llevar una vida tranquila y confortable, -ya que no pueden
trabajar en ciertas profesiones que garantirían su éxito-, al ser conocedoras
de la cultura local, no quieren vivir el papel de las esposas… Bueno, es evidente
que a nadie le gusta andar el día todo como si llevase puesto en la cabeza el
famoso sombrero de los vikingos.
Obvio que todo lo que le sucede a una y otra en su papel suena medio desolador
y hasta repiquetea de una manera casi cinematográfica, pero es difícil tener
que acreditar que una sociedad acepte la “objetificación” femenina a ese punto,
en cuanto en otros continentes se lucha diariamente para que ese tipo de
prácticas disminuyan y las mujeres puedan vivir en paz, haciendo lo que les gusta
y sintiéndose libres.
Para cualquier distraído, eso huele a como si China hubiese visitado el
pasado y de repente encontrando maneras de traerlo de vuelta… ¡Lamentable, muy
lamentable!
(*) Si
desea seguir la misma línea y enfoque de este Blog, dese una vueltita por “Infraganti!!!
Imágenes sin retoque”, un blog que contiene apenas instantáneas del cotidiano.
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