quinta-feira, 6 de março de 2014

El Triste Oficio de Concubina de Lujo


A bien verdad, no tengo la experiencia corpórea ni material que me facilitaría poder afirmar tal sentencia, pero me arriesgo a decir que entiendo que no debe ser nada fácil protagonizar el papel de mujer en este mundo. No en tanto, si por una de esas tristes casualidades, esa hipotética fémina a que me refiero tiene la mala suerte de vivir en China, entonces sí que la cosa muda de figura y la cuestión de su figuración como género puede ser aún más difícil de lo normal.  

Para comprender mejor el punto, bastaría con decir que en la tierra de la gran muralla las mujeres no pueden escoger la profesión que quieren ejercer y sólo tienen acceso al 15% de las vacantes en algunas universidades, mismo que ellas tengan las mejores notas. Tampoco existe libertad sexual o de opinión y son obligadas a seguir las reglas impuestas por aquella sociedad milenaria, además, claro, de no existir una segunda opción de vida que pueda ser considerada segura.

En todo caso, si en el pasado las mujeres de por allá se fajaban los pies para mantenerlos pequeños y seductores, hoy día las cosas mudaron un poco en cuanto a la estética, aunque en realidad el objetivo final siga siendo el mismo: “ser un objeto para el deleite masculino”.

Sin oportunidades de trabajo y carrera profesional, las mujeres chinas pasaron a aceptar con facilidad la función de concubina, un oficio que en otros países del occidente entenderíamos como siendo “una prostituta de un hombre solo”. En realidad, ellas permanecen apenas con un “pretendiente”, pero el foco del relacionamiento se debe al dinero que recibe y no al sentimiento por ese hombre.

Así pues, en China, tener una amante es algo muy común, las mujeres lo aceptan, los hombres lo aceptan, la sociedad tampoco lo comenta ni tuerce la cara. Podría decirse que la filosofía seguida por ellos durante mucho tiempo y que aún es seguida por el 25% de los habitantes del país como si fuese una religión, lo aprueba totalmente.

Pero la novedad hoy en día, mi meditador lector, es que esa amante clandestina sea considerada un trofeo particular. Obviamente que eso de querer exhibir lo que se tiene ya viene aconteciendo hace algún tiempo, pero querer tornar a la mujer concubina uno de esos objetos, parece ser la nueva moda en aquella sociedad de ojos oblicuos.

Así que un caso extraconyugal comienza, el hombre pasa a sustentar la amante. Él le da joyas, ropas de marca, coche con chofer y todo lo demás que su amante necesitar para tener una vida confortable. En contrapartida, esa adorada clandestina deberá estar siempre pronta para salir con él, comparecer a eventos empresariales y desfilar bien vestida y linda al lado de su novio/dueño.

Puede que un montón se esté preguntando por las esposas de esos deslumbrados. Bueno, le diré que “bien, gracias”. Las esposas continúan en su casa. Ellas se dedican a cuidar de los hijos, del día a día, preparar la cena, administrar el hogar… Ese tipo de tareas fastidiosas que las amantes no cumplen. En todo caso, el lujo de las amantes no llega hasta ellas, claro. Sin extravagancias, fiestas o ropas increíbles, las esposas son consideradas como si fuesen una “ropa de casa”: confortables, pero que no pueden ser usadas en una ocasión especial.

Evidente que no da para fingir que no vemos suceder la misma cosa en otras sociedades colectivas. En cualquier lugar se puede observar a hombres de 50 años -nada más por apuntar un número aleatorio- pagando universidad, apartamento, ropas, coches y una vida lujosa para jovencitas de 20 y pocos años. Todas lindas, educadas, viajadas, como conviene al caso. Por tanto, cualquier lector acreditará que nada de lo que mencioné antes parece ser exactamente una novedad… Mero engaño, mi amigo.

La novedad en sí, es la correspondencia de la sociedad chinea con esa práctica de orgullo y ostentación. Y según los periodistas locales, todo eso es muy bien acepto, y mencionan que esa corriente transversa llega a ser tan grande, que hasta está causando cierto impacto en la economía.

Esa explicación hasta que sería comprensible, pues como las mujeres no tienen otra opción para lograr llevar una vida tranquila y confortable, -ya que no pueden trabajar en ciertas profesiones que garantirían su éxito-, al ser conocedoras de la cultura local, no quieren vivir el papel de las esposas… Bueno, es evidente que a nadie le gusta andar el día todo como si llevase puesto en la cabeza el famoso sombrero de los vikingos.

Obvio que todo lo que le sucede a una y otra en su papel suena medio desolador y hasta repiquetea de una manera casi cinematográfica, pero es difícil tener que acreditar que una sociedad acepte la “objetificación” femenina a ese punto, en cuanto en otros continentes se lucha diariamente para que ese tipo de prácticas disminuyan y las mujeres puedan vivir en paz, haciendo lo que les gusta y sintiéndose libres.

Para cualquier distraído, eso huele a como si China hubiese visitado el pasado y de repente encontrando maneras de traerlo de vuelta… ¡Lamentable, muy lamentable!

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