Alguno siempre ha de aparecer en medio a las oscuras perspectivas que
nos ciñen el alma, y querrá obligarnos a poner condiciones sobre evocaciones
que nos pertenecen o ya no son nuestras, las mismas que venimos arrastrando
desde el pasado y nadie sabe hasta dónde llegarán un día.
Con sus sonidos opacos, esas voces, esos ecos de un ayer y de otros
tantos ayeres malgastados en amores perdidos, de cierta manera sobreviven al
pasado entre trazos lineales de un tiempo que poco y nada sirve ya, pues nada
son sino una imitación de lo inimitable, visto que el significado que tenía, histórico,
magnífico, insólito y por demás original, quedó perdido más allá de la lejanía
que nos concede los años, justamente en la raya media apagada de un horizonte
donde comúnmente enterramos las penas en el silencio del olvido.
Pero de todo esto poco importa ya, pues a causa de las circunstancias que
nos son impuestas, con ellos seguimos adelante, algo desolados, eso sí, porque
ansiamos escuchar verdades y no reflejos hechos y no deshechos.
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