Se hace imposible negar y esconder de quien
sea, que al comienzo todo resultó como una serena conflagración de sensaciones
que generaron confusos sentimientos en mí. Me atrapó su rostro, el cual no
fingía ni siquiera su belleza. Y hasta un par de manos que si bien no hablaban,
por veces inventaban un lenguaje que nos conectaba en delirios.
Es factible que haya sido su tersa piel
memorable que la convertía en una convicta del amor, mi amor. O quizás su
mirada limpia y sin traiciones ocultas que se habría ufana a la vida como
pimpollo de rosa en primavera.
No lo sé, pero su voz, aquella vos que incitaba
un rictus de pasión, estaba contornada por un par de labios rojos que
insinuaban contorsiones que convidaban a un brindis.
Pero este falso abandono que vivo hoy, me ubica
en un lejano horizonte sin horas en la huella del tacto. Y es más, sé que su
sombra y mi sombra siempre estarán repartidas y quebradas entre las manchas
proyectadas en las baldosas de mi vereda por las ramas de un árbol añoso en un
día de sol.
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