Insisto, no me inventes
cualidades ni virtudes, que yo no soy diferente a miles de mujeres que mueren o
las que nacen a diario. No soy perspectiva, soy realidad.
Tampoco quieras cargarme
con la responsabilidad de una mirada encantadora. No me incluyas en tus sueños
de mujer prefecta. No quiero que me idealices con las cuestionables mansedumbres
de la vida. No puedo, no quiero serlo.
Entiende que la cadencia
de mis caderas no tiene el ritmo de tus deseos, ni mis labios saben a tiempo o
a miel.
Yo no tengo ese tipo de
dulzura con la que todo hombre enaltece a su dama, como tampoco llevo la
fragancia de un perfume inolvidable preso a mis cabellos.
Lo que sí quiero, es que
te sea indiferente si mi voz canta o grazna. Yo no soy canto, soy tan sólo palabra.
No coloques otros roles
a mi vida. Soy, sin más, realidad, defecto y caos, y es justamente así como puedes
nombrarme.
No permitiré jamás que
me pretendas mujer celestial. No puedo. No quiero serlo.
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