Es un sinsabor que surge justo en esos
momentos por la mañana en los cuales me entrego a explorar mi interior, a
divagar por esas espesas capas del inconsciente, por los recónditos abismos de una
energía primigenia, sondeando entablar una lucha feroz por encontrar restos de
voluntad necesarios para enfrentar un nuevo día. Es como estar en un infierno,
mi infierno, en el cual no a cualquier demonio le está permitido entrar.
Sé muy bien lo que merezco, conozco profundamente
mi fuego, y por eso os digo que no cualquier demonio merece arder y quemarse
conmigo. Lo único que me atemoriza, es que después de una noche como la
nuestra, ya no tengamos la posibilidad de volver a compartir esos momentos. Que
ya no me corresponda la asonancia de tu voz, que ya no me persigan tus ojos suspicaces
y que tu boca no esté dispuesta a renovar el aliento de la mía.
En mi defensa, sólo añadiría que mi afán de
besarte, que para buscar lo que he perdido, para hallar la vida que se me fue, procuro
incesante el encanto que siempre encuentro en tus labios.
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