Noto sin llegar a admirarme que varios de los que hacen parte de una
multitud claudicante se sorprenden con la forma tan fácil y natural con que
algunas personas asumen sus promesas, como si la vida fuera un juego en
el que se puede prometer cualquiera cosa, sin saber siquiera si uno está en condiciones de afrontarla en el
futuro. Eso deja el sentimiento de que: ¡Total, nadie nos obliga a cumplir
nada!
Hasta se podría decir que cuando se trata de cuestiones que para algunos
podrían ser triviales, pero que para otros son importantes, percibo que
las promesas caen en desuso. Por tanto, es mejor que a uno no prometa nada,
porque asumimos que algunos están muy lejos de cumplir lo que prometen.
Todos hemos escuchado a nuestros abuelos decir, sobre aquellos lejanos
tiempos, en que honrar una promesa era poco menos que vernos con un compromiso
de vida o muerte. Y no hablo de promesas de amor, de las que ya hemos asumido,
sino de las promesas que más dejan de cumplirse. No importa que lo que nos
prometan sea algo trivial o algo muy importante, el compromiso de decir que
harás o darás algo, debería ser suficiente para que uno se haga cargo de ello.
Visto desde el
ángulo de la cristiandad, en “Eclesiastés 5-8” existe la siguiente recomendación: “No te apresures, ni con los labios ni con el pensamiento, a hacer
promesas a Dios, pues Dios está en el cielo y tú en la tierra. Por eso, habla
lo menos que puedas, porque por mucho pensar se tienen pesadillas, y por mucho
hablar se dicen tonterías… Cuando se haga una promesa a Dios o a quien se nos
ocurra, no se debe tardar en cumplirla, porque a Él no le agradan los necios.
Por tanto, cumple lo que prometes, pues vale más no prometer, que prometer y no
cumplir”.
Es bien
probable que pretendiendo llevar al pie de la letra eso de “Dios está en el
cielo y nosotros en la tierra”, que a uno de esos genios de la publicidad con
mente innovadora se le ocurrió prometer que bastaba con tomarse un Red Bull
para disminuir la distancia. Pienso que sí, que todo iba bien con su volador
slogan, hasta que apareció un oportuno abogado y se le dio por cuestionar que
la alas prometidas no tenían plumas.
Por tanto,
ahora la dirección de la empresa
Red Bull no tuvo más que concordar el pasado día jueves 9 del corriente mes, en
pagar más de US$ 13 millones para poner un fin a una acción colectiva llevada a
los tribunales de los Estados Unidos, en la que se alegaba propaganda engañosa
de su bebida energética. Millares de personas habían entrado con una acción después
de consumir el producto e constatar que el Red Bull no “da alas”, como afirma
el slogan.
Al
presente la empresa tendrá que reembolsar el valor de US$ 10 o dar dos bebidas gratis
para cada consumidor que adquirió el producto durante los últimos diez años y
entró con la acción judicial contra la Red Bull.
El
representante de la acción colectiva, Benjamin Careathers, dijo que la empresa
engaña sus consumidores sobre la superioridad de sus productos con el slogan
“Red Bull te da alas”… “Ese tipo de conducta y prácticas engañosas significa
que la publicidad y el marketing de la Red Bull no es apenas ‘exagero’, sino
más bien ella es engañosa y fraudulenta y, por tanto, accionable”, registró en
la acción.
En el sitio “BevNet”,
la empresa afirmó que decidió realizar el reembolso para evitar los altos costos
del litigio, agregando: “No en tanto, la Red Bull reitera que la comercialización
y las etiquetas de sus productos siempre fueron precisas y niega toda e cualquier
irregularidad”.
Bueno, el petulante de mi vecino, enterado de la tal promesa volátil,
afirma que es más o menos como si se tomase la maravillosa pastillita azul y…
¡Sería horrible!
(*) Por
si está dispuesto, pase por http://guillermobasanez.blogspot.com.br/ “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”. Allí lo aguardan algunas imágenes
instantáneas del cotidiano. Además, mis libros están en www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante
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