Evidentemente,
hoy me veo obligado a realizar un proemio dactilografiado para informar al leído
lector, que los primeros datos escritos y documentados sobre magia e ilusiones
-no siempre perdidas- vienen de Egipto, y datan de hace más de 4000 Años. Un
dibujo en la pared de una cámara mortuoria encontrado en la ciudad de Beni
Hassan, trazado probablemente 2200 años antes de Cristo, representa a dos
hombres dedicados a realizar con unos cuencos en forma de copa lo que parece ser
un truco de ilusionismo. Los jeroglíficos indican la salida de algo de abajo de
la copa y dan la impresión de confirmar que en una de las vasijas se encuentra
una bola o algún pequeño objeto redondo, a punto de aparecer en forma mágica.
Por su vez, Henry
Westcar, un oportunista aventurero británico, en 1825 descubrió el papiro
Westcar, el primer documento que describe una función mágica realizada por el
mago Dyedi en la corte real de Khufu (Keops). El papiro ilustra la categoría
única y especial de la que gozaba el arte del ilusionismo. Según aquel texto,
Dyedi era toda una leyenda entre los hombres. A éste se le atribuían ciento
diez años de edad y unos apetitos geriátricos y sexuales que rivalizaban con
los dioses. Su mera presencia inspiraba temor a los hombres normales. Cuentan
que hasta el faraón omnipotente solicitó que compareciese ante él… Puede que
interesado en saber cómo él hacía para vivir tantos años sin trabajar y
engañando a los demás… Pura ilusión.
Como sea y
fuere, en tiempo presente, la gran mayoría de bípedes pensantes que ha
estudiado catecismo algún día, sabe que Jesús Cristo era una persona bastante
diferenciada según lo indican los textos bíblicos que han sido dados a conocer.
Él podía, por ejemplo, caminar tranquilamente sobre el agua, multiplicar los peces,
hacer resucitar a cualquiera y otras cositas más dentro del ámbito del
Ilusionismo. Sin embargo, un nuevo texto que ha sido dado a conocer, revela que
Él tenía -al igual que David
Copperfield- un poder aún más
sorprendente para solazar la platea.
Datado de
1200 años atrás, un antiguo texto egipcio fue encontrado recientemente puede -por
supuesto que con la previa venia del Vaticano- mudar la historia del
cristianismo. Es que en él aparece narrada parte de la vida y de la cruscificación de Jesús, conteniendo algunas informaciones que pueden mudar
completamente los conceptos ya conocidos y ventilados… Los mismos que hacen que
mucho caigan hincados de rodillas juntas frente al altar.
Escrito en
lengua copta, la que actualmente
se preserva exclusivamente como lengua litúrgica en la Iglesia ortodoxa copta, el texto describe, por ejemplo, a Poncio Pilatos como un discípulo
fiel y no como un traidor. Según el texto, él tendría ofrecido su propio hijo
para ser sacrificado en la cruz en lugar de Jesús Cristo.
Con todo, la
parte más sorprendente del texto es un relato que envuelve Jesús y Judas. Según
el texto, el segundo tuvo que besar el Mesías para identificarlo a los romanos.
Eso porque, según el texto, Jesús Cristo era capaz de modificar su apariencia.
“Entonces
los judíos le dijeron a Judas: ¿cómo lo prenderemos si él no tiene una forma
única, y su apariencia muda? Algunas veces es negro, otras es blanco, otras es rojo,
algunas veces tiene el color del trigo, algunas veces es amarillo… Algunas veces
es joven, otras veces es un hombre viejo”, menciona el texto en cuestión.
Otro asunto de
la Biblia tradicional que es mudado en el texto, dice respecto al día en que
Jesús fue preso. Hasta el día de hoy se acredita que eso tendría acontecido un
día jueves. Empero, de acuerdo con el texto egipcio, el Mesías fue llevado a la
prisión un día martes. Las fechas, claro, tienen relación con la celebración de
la Pascua.
El responsable
por traducir los textos egipcios es el profesor Roelof van den Broek, de la “Universidad
Utrecht”, de Holanda. Según él -ya de ojo avizor para no ser excomulgado-, es
posible que los hechos no tengan ocurrido exactamente como son descritos, y sí
que estos sean relatos colectados sobre lo que las personas de la época pensaban
sobre Jesús.
Puede el
amado y mesiánico lector imaginar que tal atracción acaba aquí. Está
rotundamente engañado. En realidad, este texto también no existe y yo mismo no
estoy aquí, digitando nada para eruditos eyacular pieguices… ¡Sacrosanto
asunto!
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