No hay
duda de que la mayoría de las personas prefiere contar la verdad de que mentir
-o por lo menos así lo creemos muchos-, y eso se debe a que, supuestamente,
mentir sobrecarga de alguna manera la mente de todo bípede pensante. El
raciocinio es simple: si uno logra ganar alguna cosa a través de una mentira, en
verdad no se sentirá tan bien si tuviese rematado el asunto honestamente…
Algunos no, claro.
Para
afianzar lo aquí sentenciado, Kang Lee, un investigador de la “Universidad de
Toronto”, y sus dedicados condiscípulos colaboradores, alcanzaron a publicar
recientemente los resultados de dos estudios, donde aparentemente ambos logran desmerecer
el concepto de lo que comúnmente llamamos de “deleite del tramposo”. O sea, se
trata del tan mentado “psicópata fullero”, o de aquella supuesta emoción que
ciertos individuos sienten cuando llevan ventajas desleales engañando a los
otros y cometiendo fraudes… Excluyéndose a los políticos, obvio, ya que estos hacen
parte de una calaña exclusiva.
En todo
caso, el primer paso del ensayo fue concebido para forjar a que los
participantes mintiesen sobre sus propias voluntades, y a su vez acreditasen
que sus mentiras pasarían desapercibidas. En el segundo paso, los investigadores
montaron un juego al estilo póker, donde la mentira y el fraude hacían parte de
la disputa.
Por eso,
mi petardista amigo leyente, parece ser interesante conferir lo que estos
sabios estudiosos lograron descubrir sobre la mentira ajena, como para que nosotros
podamos pensar dos veces antes de tomar una actitud precipitada:
Nadie está viendo... En la
primera parte del juego, las personas tenían que prever en cual lado iría
aparecer una imagen en el visor de una pantalla chica. Al tener un palpite, ellas
apenas tenían que accionar un botón que estaba colocado debajo de la mesa. Luego
enseguida, los participantes fueron cuestionados por los investigadores si
acertaron o no, aunque no estaban avisados sobre la cámara escondida que monitoreaba
sus dedos.
¿Cuesta tentar? - Kang Lee
contó a los reporteros que el resultado remite a lo que acontece cuando se
permite que estudiantes corrijan sus propios exámenes. Algunos participantes mintieron
más que otros, no obstante todos los participantes acabaron tentando “pasar la labia”
en la esperanza de obtener más puntos.
Mentir es interesante - El estudio monitoreó las respuestas cerebrales
de los participantes en cuanto ellos decían la verdad o mentían. Pero fue al
analizar la respuesta del cerebro cuando se perdía o ganaba algún punto, que
Lee y su equipo se dieron cuenta que sucedía algo diferente: “El hecho de mentir
sobrecarga mucho más la red executiva del cerebro de que simplemente decir la
verdad”.
Al honesto la recompensa - Al
monitorear la región cerebral que registra recompensas, los investigadores percibieron
un detalle importante. Cuando uno está diciendo la verdad y recibe algo en cambio,
la actividad neural en la parte del cerebro que registra recompensas, es mucho mayor
de que cuando uno es recompensado y está mintiendo.
Por
tanto, Lee confiesa que quedó sorprendido lo notar el mismo patrón en los dos
experimentos, pues era más fácil y más compensador para el cerebro cuando el
individuo obtenía éxito con la verdad.
Evidente que a través de este investigador relato, se nota que una
pléyade aún no se ha dado cuenta que todo cambia y todo sigue, y que se llora y
se ríe por las mismas cosas desde hace siglos. Pero eso también me lleva a
recordar que las pasiones humanas son más viejas que la humedad, mi carismático
amigo… Entonces, ¿para qué cansarnos contando mentiras o escuchándolas?... ¡Ya
es más que suficiente con los políticos que tenemos!
(*) Siguiendo
la misma línea y estilo del presente Blog, surge ahora “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”, conteniendo apenas
instantáneas del cotidiano. Disfrútelo en: http://guillermobasanez.blogspot.com.br/ Conjuntamente, continúa a su disposición mis libros en el sitio: www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante ...
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