No sé por qué, pero se me ocurre que el presente asunto corre en sentido
contrario al síndrome de Diógenes. Para quien no sabe, tal síntoma debe su
nombre a un filósofo griego nacido en
el año 413 a.C… O sea, es más viejo que la humedad. Pero vale decir que este
trastorno afecta a muchos caminantes, especialmente a personas de avanzada
edad, y consiste entre otras cosas en un abandono personal, el aislamiento
social y la acumulación de objetos y cuestiones sin gran valor y necesidad.
Para entender mejor lo que se me ocurre pensar, consta en su biografía,
que Diógenes de Sínope era uno de los más destacados
y relevantes filósofos de la “Escuela
Cínica”, una de las distintas corrientes de pensamiento que
desarrollaron los discípulos de Sócrates, donde ciertos aspectos de la moral cínica
influyeron en el estoicismo, si bien que la actitud más que una filosofía,
fue una forma de vida. A su vez, este personaje también era conocido como Diógenes “el del
tonel” y se comenta que Platón dijo de
él que era “un Sócrates que se había vuelto loco”… Lo que no es de dudar, ya
que por entonces el vino que tomaban era de muy mala calidad.
En todo
caso, Diógenes llevó hasta el
extremo el estilo de vida propuesto por esta escuela de pensamiento y tenía un aspecto descuidado. Era muy
transgresor y criticó duramente las instituciones sociales, además de vivir
como un vagabundo y en pobres condiciones en las calles de Atenas, aparte de de
despreciar todas las normas sociales de
la época. Hay muchas anécdotas sobre él. Una de ellas es una
conversación que mantuvo con el filósofo Aristipo, el adulador de los poderosos:
“Si aprendieras a ser sumiso al emperador, no tendrías que comer esa basura de
lentejas”, le dijo a Diógenes. Pero él le respondió: “Si hubieras tú aprendido
a comer lentejas, no tendrías que adular al emperador”. Esta anécdota muestra todo
su rechazo a las convenciones sociales.
Pero a pesar de dar nombre al síndrome, que se caracteriza entre otras
cosas por acumular muchos objetos sin valor, el filósofo tenía escasas
pertenencias personales. Además, existen diversas
teorías sobre su muerte en Corinto. Algunos aseguran que murió por contener el
aliento, otros que fue mordido por un perro y algunos que defienden que se
intoxicó por comer carne de pulpo cruda… Mismo que otros insistan en decir que
se suicidó por causa de su suegra, pero no está confirmado.
Sea como sea, ya que es imposible querer vivir para siempre, lo que
tenemos hoy, es que la mitad de las personas que admiten haber “cometido
infidelidades” en los últimos tiempos, le echan la culpa al celular. Pero no al
suyo propio, sino al de su pareja. Eso se debe a que según una reciente
encuesta, “los tramposos” afirman haber llegado al engaño porque sentían que su
media naranja prefería estar con su telefonito antes que en su compañía.
Por
tanto, mi telefoneado amigo, si usted no quiere que su pareja le adorne la
frente, debería considerar la posibilidad de despegarse por un rato de los
jueguitos y la interactividad que le ofrece su teléfono móvil. Tal es la
sugerencia que se desprende de una reciente encuesta realizada por “Victoria
Milan”, un sitio de Internet especializado en “trampas” y ornamentas craneanas.
Por supuesto que la mencionada empresa ha ganado popularidad en los últimos
tiempos, en base a sus servicios que prometen “revivir la pasión”, ofreciendo “citas
discretas para personas casadas o comprometidas”.
El asunto
llega a sorprender, ya que el sondeo reveló que el 45% de las personas que
admitían ser infieles, echaban parte de la culpa al teléfono, o mejor dicho, al
excesivo uso que su pareja hacía del mismo, un abuso que los hacía sentirse
“segundones” detrás del aparato… Por favor, léase “corneados virtualmente”.
Celosos,
algunos dijeron sentir que su compañero o compañera le prestaba más atención al
teléfono que a ellos. O en concreto, les molestaba que él/ella estuvieran
revisando el celular durante las comidas, en el cine, en medio de una
conversación importante e incluso inmediatamente después del sexo… Aunque esta última
disculpa se deba a otros pormenores… O menores de por sí.
Claro que
es de no creerlo, pero la encuesta fue realizada con 6.000 personas de ambos
sexos y diversas edades, y, adivine, fueron las mujeres de entre 30 y 50 años
quienes más lamentaron la intromisión de los dispositivos móviles en la vida
sentimental y horizontal.
Irónicamente,
quienes culpan al celular de su pareja del deterioro de la relación, apelan al
suyo para conseguir nueva compañía y coordinar algunos encuentros clandestinos.
De hecho, el 66% de los tramposos consideran que no habrían llegado a la
infidelidad si no fuera porque las nuevas tecnologías se lo hacen muy fácil…
Ahora dígame, con la mano en el corazón: Diógenes “el
del tonel”, ¿sería más feliz si tuviese celular?
(*) Dentro de la misma línea y condición de
este Blog, dese una vueltita por “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”, un blog
que contiene apenas instantáneas del cotidiano. Disfrútelo visitando http://guillermobasanez.blogspot.com.br/ y pase por mis libros en el sitio: www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante ...
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