Si nos
ponemos a un poco a pensar, luego recordaremos que en 2014 se cumplen los cien
años de un gran estallido, el de la guerra europea de 1914, por de pronto
conocida como Primera Guerra Mundial. Por esa época, las relaciones entre los
países europeos ya venían caldeadas, pero la chispa que encendió ese cataclismo
fue el asesinato en Sarajevo del archiduque Franz Ferdinand, el heredero del
trono de Austria-Hungría, y el cual fuera cometido por un terrorista serbio, lo
que terminó por desencadenar la formación de dos bandos. Por un lado estaban lo
que se conoció como imperios centrales (alemanes, austríacos, otomanos) y por el
otro el grupo aliado que integraron Francia, Gran Bretaña, Italia, Rusia y más
tarde Estados Unidos.
En un
primer momento nadie fue capaz de prever la magnitud que asumiría ese conflicto
que duró cuatro años y que devoró decenas de millones de vidas de jóvenes
combatientes, modificó fronteras -a veces con resultados catastróficos-,
liquidó casi todos los esplendores de la Belle Epoque, derrocó a las mayores
monarquías de Europa continental, demolió algunos de los edificios históricos
más prestigiosos, -como el Mercado de Paños de Ypres-, golpeó gravemente a
otros, -como la maravillosa catedral gótica de Rouen-, e inauguró el uso
militar de ciertas armas modernas, como la aviación o los tanques blindados.
Al
comienzo, la guerra de 1914 tuvo desplazamientos de enormes ejércitos, tanto en
el frente oriental, donde Hindenburg frenó a los rusos en Tannenberg, como en
el occidental, donde los alemanes llegaron en el Marne a combatir tan cerca de
París, que los taxis de la capital servían como ambulancias para evacuar a los
heridos del frente.
Pero
después se estancó en la llamada guerra de trincheras, cavadas sobre suelo
francés, donde se libraron batallas en que sucumbió más de un millón de
soldados, como las del Somme o la de Verdun. Aquel conflicto, en el que no tomaron
parte las potencias asiáticas y en que la fuerza expedicionaria norteamericana
fue decisiva para la victoria aliada, permitió tener idea de la monstruosa
magnitud que podía asumir un choque bélico con un moderno instrumental, como el
colosal cañón Berta, desarrollado por la fábrica Krupp, capaz de bombardear
París desde una distancia de 160 kilómetros.
En todo
caso, quienes llegaron a celebrar en noviembre de 1918 el armisticio, no
sospechaban que 21 años después, esa misma Europa se vería envuelta en otra
guerra general, todavía más cruenta, esa Segunda Guerra que la mayoría de los
historiadores más sagaces consideran como el segundo capítulo de un mismo
conflicto.
El tamaño
de la inhumana bestialidad de exterminio fue tanta, que en una estupenda película
de Bertrand Tavernier que se llama “La vida y nada más”, el actor Philippe
Noiret escribe una carta en la que dice: “Si todos los pobres difuntos de la
guerra de 1914 hubieran desfilado por la avenida de Champs Élysées al mismo
ritmo en que marcharon las tropas en el Desfile de la Victoria de 1919, esa
marcha habría durado once días con sus once noches”.
La
masacre fue una locura y no tenía otro sentido que el empeño de ciertos países
poderosos de imponerse a sus rivales. Pero así fue, nada más que para demostrar
que la furia desencadenada entre gobiernos y pueblos puede ser más impetuosa y
devastadora que cualquier esfuerzo por apaciguar a las naciones y mantener en
pie ese don imponderable que es la paz y esa capacidad invalorable que es la
negociación.
Por aquel
entonces, la flor y nata de la juventud europea y de los otros países que
participaron, fue aniquilada en las trincheras sin dejar detrás del
padecimiento y de la sangre, otro fruto que no fuera el desastre.
Ahora,
cien años después, no nos sorprende tanto lo que sigue ocurriendo en el mundo,
ya que ello confirma que la especie humana es así. Y para corroborar lo
mencionado, nos basta con echar una ojeada a Siria, a la República
Centroafricana, a México o a los miles de víctimas mortales del tráfico de
inmigrantes ilegales a través del Mediterráneo, y pronto tendremos la sensación
de que los fragores de 1914 siguen vivos… ¿Se puede festejar un siglo perdido?
(*)
Siguiendo la misma línea y estilo del presente Blog, surge ahora “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”,
conteniendo apenas instantáneas del cotidiano. Disfrútelo en: http://guillermobasanez.blogspot.com.br/ Conjuntamente, continúa a su disposición mis libros en el sitio: www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante ...
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