En la película Náufrago, producida en 2001, el actor Tom Hanks
encarna el personaje de un hombre exilado y solitario en una isla deshabitada.
Un accidente aéreo lo colocara
en esa terrible situación. A partir de ese momento pasa cuatro años sin
conversar con humanos… Inclusive su mujer, su suegra, el perro… Por tanto, no
había semejantes para él amar, odiar, competir, ayudar y ser ayudado.
Claro
que Chuck Noland (el personaje interpretado por Hanks) así como cualquiera de
nosotros, no aguanta un cotidiano sin narrativas. Principalmente, porque contar
y oír historias es el alimento del alma, el contenido que existe dentro del
paquete. Fuera de las islas desiertas, vivimos cercados por historias nuestras
y de los otros.
Creo que debe ser por esto que nadie larga la TV, internet,
celular, la radio, el libro, el cine, teatro, el circo, la ventana… Principalmente
las almas chusmas.
Existe
una especie de una concupiscencia en querer saber la
vida de los otros. Es más, posiblemente
haya una pasión oculta dentro de nosotros en querer relacionar nuestra historia
con la historia de todos aquellos que vamos encontrando y desencontrando, al
punto de uno llegar a tener un tipo de orgasmo anímico si descubrimos una
similitud entre ellas.
Todo
radica en estar vivo, que nada más es que hablar y oír… Mismo que muchos sólo
escuchen mientras los otros hablan. En fin, todo tipo de comunicación se da ya
sea por la voz, o como decía Confucio: por las señales que nos libran de la
ansiedad, del miedo, de la angustia, o también a través del silencio o del estruendo.
Chuck Noland,
al encontrar en los destrozos del accidente una pelota de voleibol, la
transforma en un otro. En su caso, no en un único otro. La pelota es de la
famosa marca Wilson. Pronto, es así que él llamará a ese otro que acabó de
crear. A partir de ahí se tornan compañeros. Y mientras él le cuenta
sus historias, ella lo
escucha paciente. Chuck también
imagina lo que ella le
diría. Seguramente, sin
ella él moriría.
Es
posible sobrevivir sin empleo, sin dinero, sin reconocimiento, sin techo. Es
posible sobrevivir en situaciones límites: en la cárcel, en Gaza, en la guerra,
en lugares húmedos o áridos. Pero es imposible existir sin alguien además de nosotros.
Somos hechos de diálogos.
Cuantiosos en su tempo de niñez tuvieron ese tal amigo imaginario. Para muchos era
un osito de esos comunes y corrientes. Le llegaban a contar sus historias más
íntimas y esos mismos llegan a jurar que su amigo imaginario conversaba con
ellos. En mi caso, recuerdo que cuando vi el primer muerto en mi vida, fue con mi
amigo imaginario que dividí mi espanto y perplejidad.
Ese
tal amigo imaginario que teníamos, un cierto día lo tiramos a la basura o se lo
regalamos a otro. En mi caso, había completado siete años y supuse que no necesitaba
más de él, pues en ese momento ya dialogaba con personas diferentes de mí y había
ganado un libro da mi tía. El primer amigo de mi biblioteca.
Esos son nuestra pelota Wilson en la isla desierta. La página
en que la gente rascuña frases, trazos, números. El corazón que le regalamos a
los amores y amigos, el corazón que negamos a los enemigos. Todas esas son
trocas que hacemos y que nos hacen. Mismo porque son ellas las que garanten nuestro
equilibrio en la cuerda bamba.
(*) Visite el blog “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”, http://guillermobasanez.blogspot.com.br/...
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