Pueden decir
lo que se les antoje sobre el egocéntrico líder Kim Jong-un, pero si aún quedaban
dudas en abierto sobre las ocurrencias que acontecen en su país, lo único que
faltaba por allá era que el nuevo parque acuático de Corea del Norte no solo
resulta prohibitivo por sus tarifas sino que también prohíbe que las mujeres
usen bikini.
Conforme
cuentan, ahora existe un lindo edén acuático con piscinas con olas y decenas de
toboganes de colores que buscan atraer a cientos de bañistas a Munsu, un
espectacular parque acuático de Pyongyang donde el bikini está completamente
vetado y la entrada cuesta cuatro veces el sueldo mensual de un norcoreano
medio.
Abierto en
octubre de 2013, no faltó en su inauguración un desfile militar por todo lo
alto, en este monumental complejo que ocupa 15 hectáreas al este de Pyongyang y
que, a primera vista, no tiene nada que envidiar a sus similares de otras
capitales del mundo.
Sin embargo,
una bizarra imagen aguarda a todo visitante en el amplio recibidor principal de
Munsu. Es la estatua a todo color del fallecido líder Kim Jong-il que,
sonriente y ataviado con su clásico traje caqui, preside junto a dos sombrillas
el escenario con la gigantesca fotografía de una playa a su espalda.
Claro que no
podían faltar los otros complementos al estilo capitalista occidental. En la
parte interior del recinto hay cafetería, cervecería, restaurante, varias
piscinas de natación, de burbujas y para niños, además de lanzaderas y ríos que
fluyen hasta la más extensa parte exterior.
Cuando llega
el verano, al aire libre norcoreanos de todas las edades chapotean en el
simulador de olas y usan con visible entusiasmo otras tantas piscinas y
coloridos toboganes grandes, pequeños, rectos, ondulados, enroscados y de todos
los tipos imaginables.
Pero muchos
se preguntan: ¿quién se baña en el parque acuático del país más aislado del
mundo? Una empleada comentó al reportero de la “Agencia EFE” que la entrada
para extranjeros cuesta 10 euros y los locales pagan 20.000 wones norcoreanos,
cantidad desorbitada si se tiene en cuenta que un empleado local gana unos
5.000 wones al mes.
“Si la gente
no pudiera permitírselo, ¿entonces por qué el parque está lleno?", comenta
con ironía un funcionario mientras señala con el dedo las piscinas donde varios
cientos, posiblemente más de mil personas entre niños, adolescentes y familias,
se bañaban ese día aprovechando el día soleado.
Es que en
realidad los norcoreanos generalmente reciben complementos salariales, lo que
unido a la volatilidad de la moneda local hace que refrescarse un día caluroso
en Munsu no sea tan inaccesible como parece, según la dudosa explicación que
ofrece el empleado gubernamental.
Otra
funcionaria, que asegura ir regularmente con su familia, comenta que parte de
los bañistas forman parte de grupos escolares y militares enviados por el Gobierno
con los gastos pagos, aunque ellos no son la mayoría.
Si es así
como lo cuentan, lo que parece más factible es que las antiguas y nuevas clases
pudientes de Pyongyang, una ciudad donde poco a poco se observan signos de
ostentación, conformen la clientela habitual de uno de sus espacios de ocio más
exclusivos.
Un proyecto
tan exclusivo hizo que el joven líder Kim Jong-un siguiese con especial interés
el proceso de construcción, que tardó solo siete meses, y se dice que ha
visitado personalmente el parque en más de cien ocasiones desde que se colocara
la primera piedra hasta hoy.
Si bien
Munsu representa la nueva cara de una Pyongyang que empieza a abrazar la
modernidad en este país anclado en tiempos de la Guerra Fría, no ocurre lo
mismo con los atuendos de los bañistas, ya que para las mujeres lucir el
ombligo todavía es algo impensable.
“Nunca se me
ocurriría ponerme un bikini. Vaya disgusto le daría a mi marido”, comenta entre
risas la señora Park, la traductora de 29 años y un ejemplo representativo del
profundo conservadurismo que impregna esta sociedad comunista en la que la
rectitud moral es tan sagrada como la revolución.
Aun así, de
los tres bañadores femeninos expuestos en los maniquíes de la tienda de Munsu
con un precio de unos 40 euros llama la atención que uno de ellos presenta un
prominente e inusual escote, un detalle que podría delatar que algo está
cambiando en la capital del país más hermético del mundo.
Evidente que en la cabeza de Kim Jong-un
debe, después de saltar las ventana de su conciencia, haber resonado lo
siguiente: ¿lo qué significa al final de cuentas, todo el palabrerío confuso
sobre transiciones, inestabilidades económicas, financieras y sociales, salvo para
despertar poblaciones de su letargia normal para llevarlas a Lugar alguno?...
¡Magnífico!
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