Los curiosos existen en el mundo desde antes de
surgir el cristianismo. Por eso no es de sorprenderse que vivamos rodeados de
preguntones. Digo esto, porque la gente que aún trabaja, me pregunta a menudo
qué hago todos los días, ya que ahora que estoy jubilado... me debe sobrar
mucho tiempo...
Pues bien, yo les respondo que normalmente
hago muchas cosas que considero útiles para desopilar mi mente y otras para
ejercitar mi cuerpo, con lo cual evito de alguna manera que la vejez no invada
mi organismo antes de tiempo.
Por ejemplo, el otro día fui al centro y entré
al correo a recoger un paquete que me había llegado. No tardé en la gestión ni
cinco minutos.
Pero resulta que cuando salí, un Oficial de
Tránsito estaba llenando una infracción por estacionamiento prohibido.
Rápidamente me acerqué a él y le dije:
-¡Vaya hombre, no tardé ni cinco minutos...!
Dios le recompensaría si hiciera un pequeño gesto para con un jubilado...
A bien verdad, él me ignoró olímpicamente y
continuó llenando la infracción como si nada.
En realidad, reconozco que en aquel momento se
me fue la lengua y me pasé un poco con la boca cuando le dije que no tenía
vergüenza...
El sujeto me miró fríamente y empezó a llenar
otra infracción alegando que, además, el vehículo no tenía pegada una
calcomanía de no sé qué “inspección técnica”...
Entonces levanté la voz para decirle que desde
el inicio me había percatado de que estaba tratando con un boludo, que no sabía
cómo carajo lo habían dejado entrar en la Dirección de Tránsito...
En ese instante, el acabó de llenar la segunda
infracción, la colocó debajo del limpiaparabrisas, y empezó con una tercera.
Por supuesto que yo no me achiqué y
estuve así durante unos 20 minutos puteándolo en todos los idiomas. Lo menos
que le dije fue que era un pelotudo e h… de p... y un M…
A cada insulto, él respondía con una nueva
infracción, y con cada infracción que llenaba, se le dibujaba una sonrisa que
reflejaba la satisfacción de la venganza...
No en tanto, después que él llenara la enésima
infracción... le dije:
-Bueno, lo tengo que dejar, amigo… ¡Ahí viene
mi colectivo!
Evidente que debo reconocer que desde que
conseguí mi jubilación, no pasa día que no ensaye cómo divertirme un poco.
Siempre tengo en consideración lo cuanto es
importante hacer algo a mi edad, para no aburrirme y mantenerme en un muy buen
estado físico y mental...
Hágame caso, pruebe de este remedio, mi ocioso
e inactivo leyente. No permita que se le endurezcan las articulaciones y se le
venga encima sin más el instante final… ¡Después no hay tu tía!
(*) Si le
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