Cuenta la leyenda que en la noche del 30 de Abril se
celebra uno de los Sabbat o “reuniones de brujas” más importantes del
hemisferio norte. Es la espeluznante “noche de Walpurgis” que Goethe, el
insigne escritor alemán, nos relata con todo lujo de detalle en su “Fausto”,
una de sus obras más destacadas. La tradición medieval europea, detalla que el
lugar de reunión más importante de toda la Europa antigua fue Brocken, el pico
más alto de las montañas Harz, en Alemania, donde en realidad transcurre la
escena del Sabbat tan impresionantemente descrita en el Fausto de Goethe.
De acuerdo con la mayoría de los expertos cabalísticos,
los brujos europeos de la época medieval en adelante estaban organizados en
grupos o aquelarres de doce miembros, la mayor parte de ellos, pero no
exclusivamente, formados por mujeres, y por un líder, generalmente, masculino
-mismo que no haya comprobación si en verdad lo era-. De cualquier manera, este
líder era considerado como “vicario del diablo” y muchos de sus fieles más
ingenuos le trataban como si fuera el mismo leviatán. Tradicionalmente se le
representaba vestido de negro o con disfraz de macho cabrío, ciervo u otros
animales con cuernos… Que también podía ser un masculino que había sido pasado
para atrás en casa.
Independiente de sus cualidades corneadas, el grupo se
reunía una o dos veces por semana en lo que generalmente constituía una reunión
local. En estas reuniones las brujas llevaban a cabo supuestamente ritos de
culto al demonio, informaban de sus actividades y hacían planes para la próxima
semana… Algo así como hoy lo hacen las comadres chismosas de cualquier barrio
mundano.
Otras reuniones regionales, llamadas Sabbat, seguramente
como un acto provocativo hacia el sabbat judío-cristiano, reunía probablemente
a centenares, a veces miles de alegres asistentes, incluyendo los brujos y sus
neófitos en una de las celebraciones más importantes se llevaba a cabo cuando llegada
la noche del 30 de Abril, la noche de Walpurgis. Curiosamente esta fiesta se
celebraba el día anterior a la fiesta de la beata que le da su nombre, Santa
Walpurga, que se convirtió en abadesa de la orden benedictina de Heidenheim en
el 754. Se trataba de la fiesta pagana del inicio del verano que mezclaba
enigmáticas tradiciones, y que con el tiempo terminó convirtiéndose en la noche
de brujas por excelencia… Otros afirman que era el momento que se reunían las
suegras del barrio.
En verdad, no sé por qué menciono todo esto. Puede ser
por la alcoholizada influencia del reciente Halloween, pero lo cierto es que una mujer tenía todo a perder en la noche de borrachera, cuando a más de
irse de copas se fue de aguas y terminó dejando su celular en el baño de un bar
en Launceston, Australia.
De por sí
sería una gran pérdida -monetaria y no de aguas y vómitos-, pero resulta que al
día siguiente ella consiguió recuperar el aparatito y se dio cuenta que éste
venía con un mensaje inusitado
gravado por la persona que lo encontró.
Eso ocurrió
porque un grupo de amigos -de lo ajeno y de la bebida- resolvió gravar un
recado inaudito para la alcohólica joven. “Hola, amigo, hallamos tu celular en
la privada”, dijo uno de ellos, identificado como Jason Zaddow, con un
vocabulario de quien ya había tomado varias… “¡Su idiota!”, bromeó otro, claramente embriagado.
A seguir,
luego después de Jason presentar a todos los integrantes de la dipsómana rueda y
explicar la situación, los amigos tuvieron buen corazón y dejaron el aparatito
con los dueños del bar. Antes, no obstante, hicieron algunas picardías: “¿Robamos
tu teléfono, y ahí?”… “Ahora lo vamos a dejar con el personal del bar. Pero, mañana,
cuando Dan percibir, tal vez note que, en verdad, es el celular de él. ¿Quién
sabe?”… “Ok, todo bien: fue un placer devolver tu celular”, acrecentó Zaddow…
Que no se sabe si nauseó con ganas sobre el aparatito.
Qué más
decir, si enterado de que es poco común tomar conciencia de tantas estupideces
simultaneas, que no es mayor porque las personas no se dan cuenta de su propia
y peripatética versatilidad intelectual, uno nota que tanto aquí como allá una
falange trasporta bosta en el interior del cráneo, alguna lucidez en los
intestinos y una sápida sonrisa de ingenuidad en los labios… ¡Asombroso!
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