Ya nos
enteramos que hace poco más de tres semanas,
el padre polonés Krzysztof Charamsa tuvo sus cinco minutos de fama y al
instante acabó suspendido por el Vaticano luego de admitir que era gay asumido -léase,
de acuerdo con los cánones católicos, un suplicante de los cariños del demonio.
Sin pelos en
la lengua, esta satanizada alma acusó a la Iglesia Católica de “sembrar el odio”
contra los homosexuales y obligarlos a vivir con “satanás”. Por lo menos fue lo
que Krzysztof expresó en una carta que él dirigiera a papa Francisco, la misma
que la agencia “AFP” tuviera acceso la semana pasada.
“Ustedes,
con su Iglesia, consiguieron hacer de nuestras vidas de homosexuales un
infierno”, afirmara este elocuente padre en esa epístola datada el día 3 de octubre,
dos días antes de iniciarse el sínodo de obispos católicos para discutir los
desafíos de la familia.
Ese mismo
día, Charamsa, funcionario del Vaticano durante varios años y teólogo de 43
años, declaró públicamente su homosexualidad y presentó a la prensa su compañero
de juegos nocturnos, con quien vive actualmente en Barcelona, España. Demás está
decir que su revelación originó su suspensión inmediata de parte de la Iglesia
Católica de Polonia, cuanto más la del Vaticano.
“Si la salvación
que la Iglesia ofrece no respeta la naturaleza de los homosexuales, yo desprecio
esa salvación”, mencionó Krzysztof en su proterva carta.
En realidad,
su propósito de su pronunciamiento es ayudar a los homosexuales a: “despertar
esta Iglesia adormecida, hipócrita, petrificada en sus doctrinas deshumanas, sin
piedad o caridad (...) Una Iglesia que apenas sabe perseguir y destruir las
vidas de millones de gais que son personas espirituales de carne y hueso”…
Mismo que el hueso sea duro y la carne flaca.
“La iglesia
nos transformó en leprosos excluidos, como si los hombres pudiesen escoger su
propia orientación sexual: heterosexual o homosexual”, llegó a registrar en su
inicuo mensaje.
“Yo mismo, un
hombre de sotana de orientación homosexual, no puedo continuar apoyando el odio
homofóbico de la Iglesia, la exclusión, marginalización y estigmatización de las
personas que gustan de mí”, continuó declarando iracundo ex prelado.
Además, Charamsa
exhorta a que el Vaticano “pare de sembrar el odio contra aquellos que quieren
vivir en paz y amor” -y los que fuman esa hierba del averno también- y pide a
todos los cardenales, obispos y padres gais a “tener coraje de abandonar esta
Iglesia insensible, injusta y violenta”.
Mismo que su
confesión se destinase a influenciar la agenda del Sínodo de la familia que fuera
convocado por el Papa para actualizar la doctrina de la entidad, la cuestión de
la homosexualidad fue discutida muy brevemente y menos aún quedó registrado en
el documento final aprobado el domingo último. Apenas un parágrafo de un total
de 94, reitera que la iglesia “respeta” los homosexuales y condena cualquier
“discriminación injusta”… Lo que parece políticamente perfecto.
De cualquier modo, todo indica que esa pléyade de
sotana prefiere los periplos del Renacimiento, cuando la estupidez quedaba
restricta a pocos feudos, al mismo tiempo que sudorosos clérigos viajaban en la
mayonesa en busca de lo Humano para diferenciarse de lo humano… ¡Peripatético!
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