Con la aquiescencia
de toda la humanidad, existe el consenso de que si en la década de los ´80 el
mundo hubiese llegado al ápice de la Guerra Fría y presenciase un confronto
nuclear, probablemente los individuos de este planeta habrían llegado a su fin
existencial… Y evidente que yo no estaría escribiendo esto ni el curioso
leyente enterándose de competentes figuraciones que aguzan la mente humana.
Como sea, buscando
prevenirse de tan catastrófico desenlace, la cuestión siempre ha sido tratada
de manera bien delicada… Algo así como pisando huevos, ya sean norteamericanos
como soviéticos.
Eso se debe
a que si la entonces ex Unión Soviética no dio inicio al mayor y más potente
confronto bélico contra los Estados Unidos, fue tan sólo porque un hombre resultó
responsable directo por ello. Las efemérides que florean su historia resulta
poco conocida, pero no se puede negar tienen una implicación crucial para que
la humanidad exista, por lo menos de la forma que conocemos… Aunque llena de
fanáticos arriando bombas a diestra y siniestra.
Me refiero a Stanislav Petrov, ya que si el carismático leyente
aún está vivo y consigue leer esto que escribo -con o sin lentes-, entonces debe
reconocer que don Petrov tiene mucha importancia en su vida.
Retrocediendo
tres décadas en la historia, corría el año de 1983 cuando él era coronel del
ejército soviético y también responsable por el comando del “Centro de Alerta
Precoz de la Inteligencia” rusa. O sea, era él quien coordinaba la defensa aeroespacial
soviética.
La cuestión
era de vital importancia, ya que Petrov era quien decidía si los soviéticos
estaban o no en la mira de un ataque nuclear por parte de los Estados Unidos. Un
trabajo complicado, pero ejercido de manera simple: tenía que analizar datos de
satélites y, delante de un alerta de ataque, informar a un superior que daría
inicio al disparo masivo de misiles nucleares.
Resulta que
poco después de la medianoche del día 26 de setiembre del mencionado año, los
sistemas de alarma dispararon en las estepas rusas. Era la señal de que la Unión
Soviética estaba bajo un inminente ataque de misil nuclear, como lo indicaba el
panel que Petrov observaba. Sin embargo, él halló la situación extraña y evitó que
se realizara un disparo de contraataque. Con lo que evitó también el comienzo
de una guerra nuclear.
La decisión
de Petrov, que contrariaba las órdenes de sus superiores, se dio por instinto, aunque
también por sabiduría. Él presumió que los Estados Unidos no poseían aún un
sistema antimisiles que impidiese un contraataque soviético… Y no serían locos
para querer darse un tiro en el pie. Lo que estaba realmente cierto: la alarma
disparara por cuenta de una falla grave y rarísima del sistema.
Mismo
sin que el ataque aconteciese, Petrov luego fue duramente reprendido por sus
superiores, y resultó víctima de diversos tipos de sanciones. Sin embargo, con el
colapso soviético, a comienzos de la década de 1990, él fue condecorado como héroe.
Al
hablar sobre ese día, él siempre recuerda: “Por suerte que era yo quien estaba de
turno esa noche”… Y no tomara ni un solo buchito de vodka.
Con
todo, una vez que alcanzara los pináculos de la Nada, suponemos a partir de
aquel día Stanislav pasó a reflexionar
analogías sobre la abstención real que, tan absurda como cretina, lo lleva a
concluir que nuestras amenidades continúan exóticas, así como las investidas
contra la orfandad del orbe, y lo que parece ser más dramático, siempre
teniendo en cuenta lo ilusorio de la democracia… ¡Válgame Dios!
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