terça-feira, 3 de novembro de 2015

Hoy Vivimos Gracias a Él


Con la aquiescencia de toda la humanidad, existe el consenso de que si en la década de los ´80 el mundo hubiese llegado al ápice de la Guerra Fría y presenciase un confronto nuclear, probablemente los individuos de este planeta habrían llegado a su fin existencial… Y evidente que yo no estaría escribiendo esto ni el curioso leyente enterándose de competentes figuraciones que aguzan la mente humana.

Como sea, buscando prevenirse de tan catastrófico desenlace, la cuestión siempre ha sido tratada de manera bien delicada… Algo así como pisando huevos, ya sean norteamericanos como soviéticos.

Eso se debe a que si la entonces ex Unión Soviética no dio inicio al mayor y más potente confronto bélico contra los Estados Unidos, fue tan sólo porque un hombre resultó responsable directo por ello. Las efemérides que florean su historia resulta poco conocida, pero no se puede negar tienen una implicación crucial para que la humanidad exista, por lo menos de la forma que conocemos… Aunque llena de fanáticos arriando bombas a diestra y siniestra.

Me refiero a Stanislav Petrov, ya que si el carismático leyente aún está vivo y consigue leer esto que escribo -con o sin lentes-, entonces debe reconocer que don Petrov tiene mucha importancia en su vida.

Retrocediendo tres décadas en la historia, corría el año de 1983 cuando él era coronel del ejército soviético y también responsable por el comando del “Centro de Alerta Precoz de la Inteligencia” rusa. O sea, era él quien coordinaba la defensa aeroespacial soviética.

La cuestión era de vital importancia, ya que Petrov era quien decidía si los soviéticos estaban o no en la mira de un ataque nuclear por parte de los Estados Unidos. Un trabajo complicado, pero ejercido de manera simple: tenía que analizar datos de satélites y, delante de un alerta de ataque, informar a un superior que daría inicio al disparo masivo de misiles nucleares.

Resulta que poco después de la medianoche del día 26 de setiembre del mencionado año, los sistemas de alarma dispararon en las estepas rusas. Era la señal de que la Unión Soviética estaba bajo un inminente ataque de misil nuclear, como lo indicaba el panel que Petrov observaba. Sin embargo, él halló la situación extraña y evitó que se realizara un disparo de contraataque. Con lo que evitó también el comienzo de una guerra nuclear.

La decisión de Petrov, que contrariaba las órdenes de sus superiores, se dio por instinto, aunque también por sabiduría. Él presumió que los Estados Unidos no poseían aún un sistema antimisiles que impidiese un contraataque soviético… Y no serían locos para querer darse un tiro en el pie. Lo que estaba realmente cierto: la alarma disparara por cuenta de una falla grave y rarísima del sistema.

Mismo sin que el ataque aconteciese, Petrov luego fue duramente reprendido por sus superiores, y resultó víctima de diversos tipos de sanciones. Sin embargo, con el colapso soviético, a comienzos de la década de 1990, él fue condecorado como héroe.

Al hablar sobre ese día, él siempre recuerda: “Por suerte que era yo quien estaba de turno esa noche”… Y no tomara ni un solo buchito de vodka.

Con todo, una vez que alcanzara los pináculos de la Nada, suponemos a partir de aquel día Stanislav pasó a reflexionar analogías sobre la abstención real que, tan absurda como cretina, lo lleva a concluir que nuestras amenidades continúan exóticas, así como las investidas contra la orfandad del orbe, y lo que parece ser más dramático, siempre teniendo en cuenta lo ilusorio de la democracia… ¡Válgame Dios!

(*) Libros y e-book disponibles en: Livraria Saraiva: www.saraiva.com.br; Livraria Siciliano: http://www.siciliano.com.br; www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante; y en: Plataforma editorial Bubok: www.bubok.es/

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