¿El
desespero puede ser capaz de llevar a una madre a querer hacer de todo? Mencionado
así, se supone que las respuestas pueden ser múltiples dependiendo siempre del
lado cóncavo o convexo del contenido. Con todo, en el caso de una familia
peruana que vive en la pequeña ciudad de Tarapoto, parecería que sí. O por lo
menos es lo que cuenta el periódico “Mirror”.
Explorando mí
ya conocido lado nigromante, por acaso entreveo a esa mujer, y ya me parce que
la estoy viendo detenida en la entrada de la iglesia, ciertamente impacientada
en su interior de ama de casa con el inesperado regalo de Dios, y por eso ella
no deja de ir donde la convoca el luto y el deber, pero tal vez cuando llegue,
no llore tanto cuanto lo había pensado. La tarde ya oscurece lentamente,
comienzan a aparecer luces mortecinas dentro de las casas vecinas a la iglesia,
pero el crepúsculo todavía ha de durar el tiempo necesario para que ella pueda
rezar sin susto de los fuegos fatuos o de las almas en pena su padrenuestro y
su avemaría, que en paz se quede y en paz descanse… Amén.
Fuera esta
filosófica y devota suposición mía, la verdad es que en la referida ciudad
circula con bastante embobamiento la noticia de que Deisith Tapulima inmovilizó
a su hijo en la iglesia del pueblo. El motivo de tal maniobra sería porque el
jovenzuelo de 12 años estaba poseído por el demonio y necesitaba de ayuda… Y
tal vez tomar un baño de inmersión en agua bendita.
En todo
caso, según alega ésta desesperada madre, esta excepcional historia no es
nueva. A bien verdad, desde hace dos años que su hijo, conforme sus propias
palabras, “se comporta como un animal que mal consigue hablar, así como muchas
veces huye de casa”. Por lo que esa conducta desequilibrada la ha llevado a acreditar
que el problema del niño es más bien espiritual que otra cosa… Salvo que ande
fumando a escondidas la “hierba de satanás”.
Prescindiendo
de tan altiva reflexión de mi parte, lo que sí es verdad, es que Dany, el
muchacho en cuestión, permanece encadenado desde hace días en la iglesia a la espera
de que alguien lo exorcice y aleje de él esos ímpetus demoníacos y virulentos. Ya
que según explica la madre, las cadenas sirven para que su hijo no huya, pues en
su última fuga fueron necesarios cinco hombres para contenerlo.
Es de conjeturar
que la tal desendemonia sería una solución plausible, pero el atendimiento de los
religiosos, sin embargo, no ha logrado mudar mucho la situación del joven. Como
él ha continuado comportándose de la misma manera, permanece encadenado en el mismo
lugar para que los monjes rezasen por él tres veces al día.
Vecinos y
otras chusmas residentes en la misma localidad, afirman que los sacerdotes
dogmatizan que no saben cuándo ellos soltarán al muchacho de las cadenas. Eso,
porque, según estos religiosos, el jovenzuelo aún no se comporta normalmente e
inclusive ya quebró candados y cadenas con una fuerza sorprendente para alguien
de su tamaño.
Ahora bien,
corriendo el pensamiento simultáneamente en todas las direcciones, como antes
se dejó bien explicado, y avanzando al mismo tiempo con los sentimientos, no
deberá sorprendernos que el desespero de la madre por tanto rezar y no ser
escuchada en el cielo, sea causa de que no se modere de un instante al otro el
disgusto que la hizo salir de casa para visitar la actual morada de su hijo y
allí percatarse de la ineptitud de los monjes… ¡Sacrosanto tema!
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